Exposición Tormenta en el tiempo

Humberto Hernández Martínez (El Negro)

28.02.2023

Galería Villa Manuela

«Por lo misterioso de su invisible presencia, lo inopinado de su aparición, lo tremebundo de sus manifestaciones, lo incoercible de su fuerza, las riquezas de sus lluvias, y, sobre todo por la enorme y predominante trascendencia económica y social de sus efectos, tanto los favorables como los adversos, Huracán es el gran dios de las Antillas (…)».  Fernando Ortiz

Si un lugar de la geografía cubana y sus gentes conocen de la fuerza de ese gran dios de las Antillas, es la tierra de Vuelta Abajo. No es casualidad entonces que un artista pinareño de pura cepa como es El Negro vuelva los ojos al cielo y desde su obra, nos narre los paisajes tormentosos que dibujan las tormentas. Si, los cielos, porque, aunque las escenas campesinas ubiquen bohíos y campiñas, la mirada del espectador se centra en los cielos caóticos, como mundos paralelos que desafían con aplastar los pueblos de abajo. Y es que cada paso de un huracán, ciclón o tormenta severa desdibuja la tranquilidad de los mortales que buscan refugios en los endebles bohíos y vara en tierra o simplemente “Varentierra”, construcciones rústicas de yagua o guano. Los pinceles de El Negro, los ubican sin figuras humanas en la escena, excepto en la pieza ‘Miradas del cielo’, donde un temeroso personaje se asoma a la puerta y otea el encapotado cielo, resignificando la protección que representan estos refugios en los campos cubanos.

Sin dudas, estas pinturas le hubieran servido a Don Fernando Ortiz para ilustrar su famoso texto “El huracán: Su mitología y sus símbolos”. Este libro, pionero y clásico de la antropología social y la etnografía americanas, tiene su origen en las primeras interpretaciones de un conjunto de figuras ideográficas muy singulares que crearon los habitantes de la Cuba prehispánica sobre este fenómeno meteorológico. En él, Ortiz expone la función que el mito y la religión tienen en la sociedad y establece su relación con el meteoro más significativo de las Antillas: el sorpresivo viento que se convierte en huracán, elevado a deidad desde tiempos antiguos.

Es por ello que me permito afirmar, que piezas como ‘Tormenta en el tiempo’, donde la fuerza de los vientos hace volar los penachos de las palmas más altas y rudas; o ‘Tributo’, donde las aguas embravecidas baten a merced de ese ente superior en un paisaje que se me antoja marino; o el caso de ‘Sosiego’ que nos descubre el después de la tormenta y sus resultados sobre el paisaje, son obras válidas para ilustrar y acompañar las cerca de cuatrocientas ilustraciones ya presentes en la tamaña investigación antropológica sobre los huracanes en el Caribe. Todas estas piezas iconográficas de excelente factura y rigurosidad técnica, en mi opinión, responde a esa fabulación propia de los campos cubanos sobre fenómenos como estos.

Todas las piezas presentes en la curaduría, comparten el leitmotiv de reflejar esa cartografía textual, visual y sonora provocada en la campiña cubana por el paso de los vientos y en esos cielos que se llevan el protagonismo. Sin dudas, el uso del color, la textura del acrílico, el detalle, el juego con elementos ooparts como son los tendidos eléctricos en las nubes (tal vez con esa fina ironía de los cubanos), hace de esta exposición un ejercicio visual sistemático de apropiación, representación y re-semantización del meteoro. Se refuerza todo, con ese conocimiento del reciente impacto que puso en jaque a toda una nación y colapsó al sistema de esa provincia, donde el pintor siguió pintando.

La fuerza de un huracán, su esencia, poder destructivo, en fin, todo lo que le rodea, revuelve las salas de la galería Villa Manuela. Una pieza cierra la muestra, Camino al cielo, pensada como un mural de cerámica intervenida por el artista con colores vivos, que me gusta contraponer a una de las que más llamó mi atención Má Pa`lante vive gente, que conecta esa personalidad campechana que caracteriza al artista, con el resto de las piezas. Cierro con sus propias palabras sobre estas escenas: “(…) tormentas que en realidad no son tormentas, sino la fuerza interna que me lleva a que quien vea una pieza mía pueda participar de ella y sugerir. (…) Mis cielos no se parecen a ningún otro, trasmiten espiritualidad que es lo esencial que necesitamos.” Entonces te decimos Ashé para nosotros y pa’ti El Negro.