Daniel R. Madruga

14.10.2022

Galería La Nave

Técnicamente, los que saben afirman que las piezas hoy presentadas por Madruga rayan en lo impecable. Sin dudas, ese oficio de dibujante al carboncillo, ha hecho nido en la constancia de la obra plástica de este artista. Como si viviera en esa época, donde la rama carbonizada del sauce o el nogal fue el instrumento del hombre para dejar huellas de sus impresiones sobre la naturaleza, ahora Daniel en una especie de homenaje desde la distancia a Guercino, con estos dibujos sobre lienzo de un intenso y estable color negro. Acostumbrados en los últimos tiempos, a los retratistas hiperrealistas con este mismo material o soporte, Daniel R. Madruga, desde su taller en el ISA, nos ha presentado siempre otras imágenes sobre todo del mundo animal. Exposiciones colectivas como .0, Naturaleza Muerta, Estado de Espíritu, Ausencia no quiere decir olvido, las últimas 4 ediciones del evento Post-It o la más reciente Asunto: Ejercitación, junto con la personal Relaciones Perversas, en la desaparecida galería Casa 8, nos han venido mostrando las exploraciones desde las prácticas artísticas de Madruga, donde “ya casi nada es lo que aparenta”.

Es entonces, Aparente simulacro, una especie de alto en el camino, donde con piezas como Juego de Reyes o Pacto, ambas del 2020 hasta las más recientes de la serie homónima a la exposición, el artista nos despeja esas líneas conceptuales sobre las que lleva trabajando un buen tiempo. Tanto la construcción de escenas, donde al espectador se le presentan imágenes arbitrarias o absurdos-lógicos, como el intento de desentrañar esos presupuestos que ha venido a plantearse: duda, apariencia, simulación, sospecha, son las bases sobre las que cada una de las piezas se apoyan. Al tomar como protagonistas a actores del universo animal, el artista opta por representar una realidad humana profunda e intrínseca, desde ángulos y puntos de vista distintos, para releerla de otras múltiples maneras.

Son estos animales, felinos, ciervos, elefantes, tiburones y aves, en especial el cisne, con el misticismo y la simbología que le hemos atribuido a lo largo de años, los que asumen el rol de espejo, reflejando la naturaleza humana, según me atrevo a vislumbrar en la obra de Madruga. Al apropiarse de esta iconografía, desde el dibujo, Daniel, diluye y convierte sus búsquedas sobre esos tópicos, y pone al público a indagar a partir de referencias culturales o visuales en el significado oculto detrás de cada escena, para nada lineal o lógico. Que viene acompañado con un buen empleo de la iluminación incidental sobre las piezas, marcando ese necesario claro/oscuro para potenciar el color negro de las piezas.

En el conjunto rompe la monocromía la obra Cómplices, único óleo sobre lienzo de toda la exposición, y única pieza donde el calor del fuego y su color vibran. El propio artista nos alerta que “la pintura en mi proceso creativo surge ante necesidades puntuales de trascender las escalas tonales que brinda el carboncillo”, y así lo logra. En esta composición, el primer plano logra captar la mirada, nuevamente los cisnes, esta vez consumidos por las brasas, dan con su muerte vida a la escena. Un microrrelato en sí es toda la pieza. Otros toques, de color vivo, brindan las esculturas Sacrificio y El disperso aroma de la pólvora quemada, ambas incursiones en lo objetual, donde la perfecta figura del animal se rompe ante una herida sangrante o la pérdida de un fragmento. Siempre en esa búsqueda de la aparente naturalidad del animal a pesar de la mortal herida. Una sociedad que vive en el constante simulacro.

Una exposición con más luces que sombras, donde vuelve a ganar protagonismo una técnica tan antigua pero indispensable en la formación de las nuevas generaciones. Y eso lo sabe este joven profesor, que tiene el reto de transmitir la verdad a los que vienen, y romper ese ciclo del aparente simulacro en la creación.