Exposición #elsonidoylafuria

Colectiva

26.08.2022

Galería El Apartamento

«La vida es sólo una sombra andante, un jugador pobre / Que se pavonea y se preocupa por su hora en el escenario / Y luego no se escucha más. Es un cuento / Contado por un idiota, lleno de sonido y furia / No significa nada.»   

                                                                                                      William Shakespeare: Macbeth, Acto 5, Escena 5 (1623)

Sandra Sosa Fernández, la curadora de esta exposición viene a encontrar similitud en la selección de artistas y obras –según las palabras del catálogo- con la obra homónima del escritor William Faulker. El uso de este autor de técnicas narrativas inusuales, como pasajes de flujo de conciencia, falta de puntuación y oraciones que no siguen estructuras de sintaxis convencionales, vienen a asociarse con la pluralidad de discursos estéticos y visuales, las generaciones y formaciones profesionales de los invitados. Lo cierto es que esta muestra no transita un camino directo o cierto, no hay unanimidad de criterios sobre los aspectos que se tratan, sobre todo aquellos referidos a la sociedad cubana actual. Hay una negación permanente a cualquier mirada fría a temas o experiencias humanas vividas por estos artistas.

Una exposición que debe leerse como un todo, pues sus partes por independiente o a retazos hablan del artista y su obra en un período -pre y pospandémico-, pero el conjunto permite al visitante encontrar un panorama de lo más reciente de las artes visuales contemporáneas en Cuba. Sirva mirar la selección de artistas, y será más que suficiente para dar por cierta la afirmación anterior. Los autores y sus obras, hoy expuestas, conforman un coro de voces destacadas sobre la pintura, la fotografía, el grabado, el videoarte, la instalación, el enviroment y el performance. Como los personajes de la familia Compson, protagonistas de la obra “El Sonido (Ruido) y la Furia”, desde la polifonía se descubren puntos de vista muy particulares sobre las más diversas aristas de nuestra realidad. Algo llamo mi atención, ninguna voz (obra o artista) está por encima de la otra, sabiendo que las jerarquías artísticas y egos personales en ocasiones condicionan una curaduría. No hay tonos más altos ni más bajos, hay un equilibro que se disfruta a lo largo de todo el espacio. La lectura de cada pieza encaja perfectamente en el discurso de las que le rodean.

Al igual que en el libro, hay en esta sala una voz/narrador omnisciente, y es el catálogo de la exposición. Descargado de forma digital nos da una visión mucho más amplia de lo físico, a partir de darle voz a los artistas para exponer sus circunstancias. Pocas veces he visto ese recurso en otra exposición, siempre una voz medianamente autorizada impone su visión sobre el artista o sobre la obra. En este caso, los artistas comparten en primera persona sus inquietudes, intereses o hasta miedos frente a una primera exposición. Sin lugar a dudas es este uno de esos detalles que rompe la rutina expositiva de estos tiempos. Esta técnica narrativa “del punto de vista”, desde nombres como Alejandro González, Evelyn Sosa, Greta Reyna, Héctor Onel, Larry J. González, Leonardo Luis Roque, Linet Sánchez, Miguel Machado, Orestes Hernández, Ricardo Miguel Hernández, Rodney Batista, Roberto García, Mónica Ge Bravo, Yaily Martínez, Yudel Francisco y Yunior Acosta, facilita la inmersión en cada obra y su mayor comprensión por el público en sí. Ellos como personajes de sus propias obras dan cuerpo a ese sonido y esa furia del arte contemporáneo cubano.  Con una multi-perspectiva es mucho más fácil comprender el uso de proyecciones sobre el piso para materializar el impacto de la relación hombre muerte en la obra de Rodney Batista, o la presentación por primera vez de un video arte de las maquetas que han perfilado la obra fotográfica de Linet Sánchez, o lo impactante del “Abecedario de Whatsapp” de Leonardo Luis Roque.

A esta exposición habrá que revisitarla, con la calma que no dan las inauguraciones, donde el público se agolpa a saludar y tomarse fotos con el artista, los amigos apresuran el reencuentro, los desconocidos cruzan tarjetas e intereses sobre el coleccionismo. Hay en todo el proceso, desde la concepción hasta el montaje final, un pensamiento organizado y se nota la profesionalidad de un espacio, al que por cosas de la vida visito por primera vez para irme una vez más satisfecho por lo que ha representado El Apartamento para los jóvenes artistas cubanos.