El mercado del arte también tiene una parte de publicidad y una curva de oferta y demanda: cuando lo haces más conocido lo haces más deseable y, por lo tanto, aumenta la demanda y aumenta el precio. Existe un concepto de branding al que no escapa el arte cubano.
Pero ¿quienes gestionan el branding de los artistas jóvenes? ¿Quién o quienes guían a los emergentes cubanos en la evaluación de sus precios? ¿Son las exposiciones en galerías comerciales termómetros reales que midan el nivel de formación de los precios de los artistas jóvenes?

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«(…) Una segunda regla es que el marchante nunca debe rebajar el precio de la lista de un artista. Jamás. Esto se aplica a todos los artistas, a los que empiezan y a los maduros. Cada exposición tiene que valorarse más alta que la anterior. En el mundo del arte, donde la ilusión del éxito lo es todo, un descenso de los precios de un artista sería una señal de que ya no está de moda. La demanda de su obra caerá en lugar de aumentar. Con un segundo descenso, la demanda puede llegar a extinguirse. La única excepción a esta norma es una exposición en la que el artista experimenta con nuevos medios de comunicación o estilos. Las disminuciones también hacen que los coleccionistas se sientan inseguros sobre el juicio y los instintos del marchante a la hora de escoger a los artistas.
Tanto marchantes como coleccionistas creen que existe una promesa implícita – y en ocasiones explícitas- de que los precios de la próxima exposición de un artista serán más elevados que los de la actual. (…)»
Don Thompson, «El tiburón de 12 millones de dólares»