02.06.2022
Galería de Arte Villa Manuela

Durante mucho tiempo e incluso para algunos hoy, la gráfica fue considerada un arte menor. No obstante, la anomalía Warhol rompe ese mito, pues ver la venta en subasta por más de 195 millones de dólares de una serigrafía suya (la obra de arte del siglo XX más cara) y los precios de otras piezas de similar naturaleza, evidencia el interés para los coleccionistas en este tipo de obra gráfica. Muchos buenos artistas, incluidos cubanos, han sabido reivindicar estas técnicas como iguales a otras mayores artes. Sirva recordar ahora la exposición en el Centro Wifredo Lam, “Tiempo de Matrices” donde se pudo en reunir la obra de muchos artistas cubanos que han apostado por el desarrollo de estas manifestaciones. En los últimos años, en Cuba, el grabado ha dejado de ser solo una opción para proveer al público en general un producto más barato – proyectos como los desarrollados por el Taller de Serigrafía Portocarrero en su momento- para fomentar un coleccionismo nacional.

Osmeivy Ortega, es un ejemplo de esos artistas que ha apostado por desarrollar su obra desde esta tribuna artística. Centrado como grabador, ha pasado a teorizar y desarrollar un metalenguaje propio desde la perfección de su técnica. En esa dualidad de diseñador y la vez grabador estampador, ha encontrado la forma de combinar en fórmulas perfectas -diría yo- las habilidades del proceso, el dominio de los materiales (madera, cartulinas, prensas, etc.) y los conceptos estéticos y artísticos sobre los cuales gira su obra. En una realidad aparte a la que diariamente se desarrollan los artistas, donde mercado y ego vienen a ser impulsos que mueven mucho, este artista actúa con esa libertad plena que le permite producir sus obras siguiendo sus propios credos y tendencias filosóficas de la vida. Casi sin los estímulos externos de esa dura realidad, él ha desarrollado un equilibrio entre la pedagogía y la investigación creativa, que ha dado como resultado piezas como las que hoy exhibe en esta galería.

Se disfruta el discurso o metalenguaje que hay en las obras de Osmeivy. En su condición de artista contemporáneo, no duda en apropiarse de las técnicas añejas de la xilografía, pero desde su práctica incorpora nuevas tecnologías y procederes. Esto facilita un acabado en las obras, que superan por mucho lo que otros grabadores realizarían con las mismas matrices. Se habla por las literaturas especializadas de una “gráfica de campo expandido”, donde se rompen límites establecidos, se redefinen las series, se experimenta con soportes alternativos, está presente la interdisciplinariedad, esto creo, es lo que viene este artista desarrollando desde su taller y enseñando a sus alumnos.

Escuchar hablar a Osmeivy con otros artistas sobre grabado es asistir a una clase sólida, ahora ver esta exposición es sin dudas un privilegio. Sin dudas, cada pieza se pensó desde lo gráfico, pues tan o mayor relevancia tiene el grabado (la matriz) que pudiera estamparse o no sobre papel para producir la obra bidimensional. La pequeña sala donde se exponen solo esas matrices son un lujo, pues son la huella sobre madera que atesora la imagen latente a la espera de ser transferida o reportada sobre otra superficie, únicas. Sorprende igual la constante experimentación, en particular esa que le lleva a la combinación aleatoria de las matrices, cuyo resultado es la reformulación del significado de la pieza precedente, tal y como se ve en la obra “Miel”.

Vuelvo al privilegio de encontrar estas obras disponibles para ser apreciadas, piezas de factura impresionante, pero lo más interesante es ese trabajo que existe detrás. Sin dudas, este es de esos artistas que siguen poniendo en alto la tradición gráfica cubana.