19.05.2022
Centro de Desarrollo de las Artes Visuales
Hoy, más que a hablar de una exposición y su artista –del cual en texto anterior abordé sobre mis impresiones con la exposición Serunomismo- vengo a saldar una deuda moral. Quiere la casualidad, que precisamente en una fecha como hoy (1.º de junio) se celebra el día Internacional del Historiador de Arte, pueda yo, a través de la figura de una de ellos, saldar mi deuda con los curadores de arte. A lo largo de estos años, esos héroes, a veces anónimos, han logrado que cada una de las más de ya 400 exposiciones visitadas, haya salido adelante. Muchos fuera del medio, o incluso dentro, afirman erróneamente que la labor del curador puede ser asumida por cualquiera, que solo tenga claro el concepto que desee plantear y para ello emplean las obras de/ los artistas convocados. Sinceramente es una afirmación errada.
Durante estos cinco años, he tenido la posibilidad de escuchar, acompañar, dialogar, discrepar, discutir y aprender, sobre todo, de muchos historiadores de arte. A ellos les debo haber crecido como profesional y avanzar en esta faena intrusa que me he propuesto. Señalar nombres, tendría el riesgo de dejar fuera a muchos, por eso he decidido en la figura de Meira Marrero sintetizar mi pequeño homenaje a todos ellos, que cuando lean estas líneas sabrán que son los responsables de ellas. Para esto asumo, dos exposiciones últimas, la primera Mi Serunomismo y si el texto se alarga, acompañará la segunda parte, la muestra igualmente inaugurada junto a esta “Mi amigo imaginario”. En modo jarana las Mi/Mi de Meira, como recién bromee con ella.
Si durante el período que me tocó trabajar directamente con las galerías de arte del FCBC, hubiera contado con la asesoría y la experiencia de curadoras/historiadoras como ella, tal vez ahora “otro gallo cantaría”. A través de las varias exposiciones donde ella ha planteado el discurso curatorial, he podido encontrar dos líneas principales, que a su vez me permitieron generalizarlas a otras experiencias. Por un lado, Meira ha explorado, desde sus maneras de hacer, la narrativa propuesta usando el diálogo directo con los artistas, lo cual logra unir, con hilos de oro, los procesos artísticos de estos y sus obras con los conceptos a defender. Es entonces cuando descubro su preocupación siempre primero por el artista, incluso por encima de las ideas preexistentes para defender sus tesis como curadora de determinada exposición. En una segunda línea de pensamiento, puedo señalar que traduce el significado de la producción de las obras de los artistas, a través de sus preceptos estéticos-teóricos, creando entonces una experiencia curatorial desde los discursos artísticos de los creadores. Estas dos maneras de hacer, en mi opinión, han hecho que muchas de las últimas exposiciones bajo su égida hayan vibrado alto y claro. Mi Serunomismo, es sin dudas un ejemplo de reconfiguración de una exposición ya presentada, y lo logra.
Otro aspecto, del que soy consciente, es su interés por la formación de nuevas generaciones tanto de artistas como de historiadores de arte en su rol de curadores. En cada encuentro, o desencuentro, pues todo no siempre es color de rosas, es capaz de señalarles la importancia de descubrir el mensaje que se quiere transmitir. Así como la necesidad de su construcción a cuatro manos o más. Siempre en pro de un resultado final, agradable y a la vez cuestionador para quien visita la muestra. Tal y como si escribiera un ensayo a modo de texto, su quehacer (en el que resumo el de muchos curadores certeros) aprovecha la posibilidad de la metanarración, como guía necesaria para el espectador no conocedor. Igualmente, reafirma la importancia del ejercicio de una buena curaduría para procesar e interpretar al arte contemporáneo.
(continuará…)