Leo de la O Reyes

17.01.2018

Pabellón Cuba

«El palimpsesto era empleado en las etapas prehistóricas. Consistía en la superposición de varios elementos en la misma superficie. La mayoría de estos eran animales, que estaban asociados a un carácter mágico-religioso para favorecer la caza. Por tanto, no solo significaba que el lugar era sagrado, sino también atemporal. El presente y el pasado desdibujaban sus límites para fusionarse en un mismo espacio. Aunque supuestamente su motor era alguna suerte de «hechizo», lo cierto es que la selección de un recuerdo, ligado a la bienaventuranza, tiende a ser repetido con las mismas aspiraciones. La memoria es la verdadera «magia».

Esta es la maquinaria que también mueve el pincel y el lente de Leo de la O Reyes (Granma, 1986). Más que mamuts, su caza está dedicada a los escenarios citadinos asociados a la memoria, a veces personal y otras, prestada. Sin embargo, la iconicidad que acompaña a algunos de estos sitios, se ve impregnada con la carga personal y se mezclan los tiempos respectivos. No se trata de un burdo collage de salva-carpetas, sino de una concienzuda selección e intervención plástica, que muestra la belleza de significados imbricados, inherente a la combinación temporal, que a la vez va insinuando, a través de sutiles guiños, una reflexión sobre su lado oscuro. Ahí radica su magia.

(…)

Leo de la O entonces emplea el palimpsesto como recurso de la memoria. Reconoce la habilidad de esta para sacralizar lugares, volviéndolos inmortales frente al paso de tiempo. Sin embargo, avista -casi siempre desde los títulos- su doble naturaleza, su cara oculta. Por una parte, sepulta significados originarios por otros más populares, que llevan intrínseco la experiencia de cada quien, sumándose cada una de ellas en el establecimiento de una leyenda urbana, más que de una verdad.

Por otra, a veces se estanca en la superstición de repetir la esencia de recuerdos felices en circunstancias diferentes. Crea una amalgama desubicada que parece leer el presente, pero solo le está poniendo una careta al pasado y cambiándole el tiempo verbal de lectura. Se vuelve a mirar sobre lo mismo; aunque siempre se puede elegir mirar a otra parte. «

Fragmentos del artículo «Leo de la O: la superposición de la memoria» por Marta María de la Fuente Marín