Colectiva
06.04.2022
Galeria Taller Gorria

En el año 2019 el Museo Nacional de Bellas Artes desplegó en una de sus salas la exposición «Isla de azúcar». Una muestra que recorrió «todo el proceso de cultivo de la caña: su sembrado, cuidado, corte y procesamiento. Un acercamiento que nos permite ver como la nación se configuró y reconfiguró en cada tiempo en torno a un producto que fue la principal industria económica del país». Sobre esta muestra Yuris Nórido Ruiz Cabrera señaló: «El azúcar es una cultura. Lo es desde hace siglos… lo seguirá siendo, a pesar del declive que vive ahora mismo su industria. Es imposible contar la historia de Cuba ignorando su impronta.(…) El azúcar ha sido uno de los puntales del país. Azúcar dulce, azúcar amargo…»

Hago mención a esta exposición que forma parte de un proyecto mayor en el MNBA, para hacer un paralelismo con la presente muestra «Una dulce inocencia». A través de elementos más contemporáneos, Yoao Mario Hojas Rodriguez y Alexander Azukar, vienen a discursar desde su joven obra con estilos que responden a influencias del arte pop, sobre los elementos identitarios que siguen uniendo al cubano con el azúcar.

El curador de la muestra Jorge Peré, desde las palabras del catálogo, busca ubicar al espectador en lo que encontrará aludiendo a la marcada intensión de estos artistas de desmantelar y describir la tradición simbólica que la plástica cubana ha asignado al mundo que rodea al azúcar. He aquí el porqué mi rápida asociación a la muestra antes señalada. Mientras en «Isla de azúcar» la línea curatorial respondía a mostrar tácitamente como las artes visuales veían el fenómeno productivo del azúcar, esta me habla desde lo lúdico.

En un performance donde algodones de azúcar fueron producidos al estilo tradicional que hoy ya es imposible encontrar, la presentación de manzanas caramelizadas, y piezas que desde su conformación reflejan la situación actual de la industria se presentó la muestra. Marcado interés me reservó la pieza «Coca» donde esta conocida marca -la Coca Cola- es fragmentada y la primera parte es confeccionada con las cañas de azúcar exprimidas (bagazo) y se reconstruye el signo y por ende el significante de esta palabra. «Bitácora» la pieza que recibe es un recordatorio constante de la historia tras la sacarocracia que por siglos dominó a Cuba.

El paso de los días, es tal vez la última obra de esta exposición, pues donde en los primeros momentos brillaba el esplendor del azúcar, ahora se siente el aroma de la zafra terminada en el central, y se ve el desgaste y la desaparición de las maravillas de ese azúcar que una vez reinó.