Exposición Crucigrama
Colectiva
01.04.2022
Uno de mis libros de cabecera durante el período que estuve vinculado a las galerías de arte del Fondo Cubano de Bienes Culturales fue “La Gestión de las galerías de arte” de Carolina Díaz. En el cuerpo de ese texto señalé frases o ideas tales como: “El artista necesita de alguien que le guíe y le proporcione visibilidad en el mercado. Que muestre su obra y le ayude a exponer en otras salas, instituciones y museos. Que le promocione nacional e internacionalmente haciendo que su obra sea conocida tanto por los especialistas como por el público en general. Que gestione su obra ayudando a la producción, fijación de precios, inventario, almacenamiento, etcétera. Además, en muchos casos, necesita una persona que le ayude emocional y económicamente. Las galerías, cuando realizan bien su trabajo, son los agentes óptimos para llevar a cabo las tareas de promoción y venta de la obra de arte”. Me permito citar estos elementos a propósito de resaltar el trabajo de la galería Galiano, que a la vuelta de 60 años intenta mantener los estándares que rigen la gestión de una galería de arte.
Usando el pretexto de visitar las obras de los artistas hoy expuestos aquí, no pudiera valorar el trabajo de estos artistas desligados de la labor que, a pesar de los pesares, las especialistas de esta galería ejecutan. Cuando uno revisa la nómina presente se encuentra nombres que vienen pisando fuerte en las artes visuales de hoy en Cuba, y si vamos a sus primeros pasos encontraremos la labor de Galiano en la gestión como galería. Muchos de los que hoy están exponiendo en homenaje al aniversario de la galería han sido parte de los eventos Post-It en las últimas ediciones. Otros han estado en los stands de ferias en ArtMadrid, donde a pesar de que el nombre del mismo responde a otra de las galerías por estrategias comerciales, la gestión ha sido propiamente del staff de Galiano. Todos son parte imprescindible de la galería que les impulso de una manera u otra y entre ambos forjaron confianzas y compromisos artísticos.
La experiencia acumulada en estos años me permite encontrar en la selección de obras de esta exposición, la sapiencia de la especialista Sandra, quien ha acompañado bajo fuego y mareas el trabajo de estos jóvenes, así como la insustituible labor de montaje y perfeccionismo de Carlos Montane. Estos artistas coinciden en cómo esta galería intenta cumplir el rol que le corresponde dentro de la cadena de creación del valor simbólico del mercado de arte, y aunque no se garantice las bondades de otras galerías internacionales, están ahí con pie en tierra y siguen apostando por la institución arte. Y es que, a diferencia del mundo exterior, las galerías cubanas claramente en desventaja, deben fortalecer las relaciones con sus artistas para poder seguir influyendo de alguna manera en la realidad que el mercado impone a los artistas. Ciertamente, en una especie de guiño en el título de la exposición, Galiano quiere descifra el “crucigrama” que hace que coincidan la labor galerística en Cuba con el esquema que impone la dinámica del Mercado de arte en el mundo.
Mirando las piezas que integran la exposición, encuentro fascinación por el “Réquiem por Antonia Eiris” en referencia directa a la pieza Réquiem por Salomón de esta artista, recientemente expuesta en el Museo Nacional de Bellas Arte. Esta pieza es resultado del trabajo del artista Chuli Herrera, quien reinterpreta la atmósfera que rodeó la pieza original y la contemporiza con una mirada distinta, ubicando a la propia Antonia en el centro de atención de la pieza con su estilo muy personal. Este homenaje va tanto por el cumpleaños de la propia Ñica este día primero como en alusión a la relación de la galería con la obra de Antonia, recordando que en este espacio en el 1991 se realizó la exposición homenajeando su obra. En otro ángulo de la galería encuentro la obra de Yohy Suaréz, “El Chevrolec vende”, jugando con el imaginario habanero del primer parqueo vertical que existió en la Habana, precisamente en las alturas de este espacio. Usando los elementos reconocidos de la galería tanto arquitectónicos como estilístico, encuentro igual de interesantes las piezas propuestas por Gerardo Liranza y Daniel Rodríguez Collazo. Junto a los demás artistas se logra una muestra capaz de servir de digno homenaje a esta galería insigne de la Habana.
Vuelvo al texto de cabecera y cito: “Ser galerista es mucho más que un trabajo, es una forma de vida y exige un alto grado de implicación. Es una profesión dura a la que hay que dedicar muchas horas, con muchos frentes abiertos y, en la mayoría de los casos, los ingresos que produce son inferiores a los gastos. Nada más lejos de la “glamurosa” visión que se suele tener, relacionada más con los actos festivos, las inauguraciones y presentaciones que con todo el trabajo que hay detrás para poder llegar a ese momento. A pesar de ello, es una actividad muy enriquecedora cuya mayor recompensa es poder formar parte del proceso de creación de una obra.” Sin dudas el mayor mérito de esta exposición, más allá de presentar la obra de artistas que han ido creciendo, es dignificar el trabajo de una institución que ha acompañado por décadas al arte cubano y hoy apuesta por el arte emergente.