Exposición Iroko Moforibale
14.01.2022
Centro Hispanoamericano de Cultura de La Habana
“baba iroko okorin gbogbo laye iwo lochini re yocota gboke ni na araba kan igui ati egbe gaan mimo ati beru mimu na igbagbo ni ocha awoon rigba gbogbo naki na omo mulo nitori fonifoni gbogboma buruku ati notori icha na dara baba emi baloati daaboobo gboke igui araba. ashe iroko ifa oma” REZO A IROKO (La Ceiba)
Razones ajenas a mi voluntad me impidieron asistir al opening de esta muestra. No obstante, agradezco el haber llegado días después, cuando la esencia del “monte” estaba en todo su esplendor. La concepción de un enviroment simulando el ambiente de maleza y entrañas de los montes donde las creencias populares y religiosas ubican a las deidades más poderosas del panteón yoruba, en una locación como es la segunda planta del Centro Hispanoamericano de Cultura es todo un reto.
La artista Gabriela Pez se apropia del espacio de un edificio con estilo clásico y lo convierte en un punto indeterminado de la geografía boscosa de nuestra isla, que bien hubiera servido de cabildo a muchos de nuestros cimarrones. La carga simbólica para la religión yoruba de estos lugares, se respira. Las hojas, ramas, lianas, follajes, bejucos etc., que cubren el piso o que conforman esa especie de capilla vegetal, logran envolver al espectador quien puede penetrarla, caminar, desenvolverse, vivirla. La sencillez –en la producción- le agrega al conjunto un plus, no hace falta mucha fanfarria o luces o costosas mega producciones para mandar el mensaje en el arte. Tal vez sea este el mejor ejemplo para demostrar aquella frase martiana “Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera.”
La posibilidad de recorrer ese “monte” acompañado con el olor, quien se convierte en personaje presente con el paso de los días- y la visualidad con que ha sido concebida, me llevan a sentirme como esos negros esclavos que solo su fe les hizo vivir. Como un niño exploré entre las lianas que cuelgan y los objetos que conforman todo el entramado. Así de potente, mágica o narcótica por los vapores residuales de las velas, el alcohol y cuantas ofrendas están en el lugar, es esta recreación que viene a intensificar la actividad multisensorial del espectador. Aquí se nota la mano hábil del curador, pues se sale de los formatos tradicionales de las exposiciones y le da un toque surrealista al entorno que convoca la idea de la artista.
Tanto su curador Jorge Peré como otros que antes se han acercado críticamente a la exposición –aclaro siempre que no soy más que un cronista y no un crítico- han coincidido en la simbología de todos los elementos presentes y la vinculación con ciertas creencias religiosas yoruba. En mi caso le significo uno que me han llamado la atención. Y es la causalidad de ubicar esta exposición en un año donde la Letra leída pone a Obbatalá como santo rector y que la artista haya usado como principal soporte para sus dibujos autorreferenciales el papel de algodón. Para los que saben y los que no, el algodón es un ewe (planta) sagrado de Obbatalá así como ingrediente esencial de muchas ceremonias yorubas. Dibujos estos, que vienen a darnos pistas interesantes de la estética de Pez, de esta forma se evidencia ese trabajo que viene haciendo con la autorreferenciación de mujer libre, salvaje, lista para saltar al cimarronaje ante el primer asomo del “látigo” ya sea del mercado, el público o la crítica. Si algo me deja un sinsabor, es que no logro integrar los dibujos enmarcados en la relación con el espacio ocupado. Más allá de la museografía me funcionan más, los dibujos libres, directos a la pared, sin marco ni alineación. En esa zona de la exposición el espectador (yo) deja de estar frente a para situarse en lo que la artista quiere reflejar con estos rostros.
En medio de la ciudad, Gabriela rompe con la estética sobria del espacio y de la Habana, marca entonces esta exposición una evolución en lo que hemos venido viendo de ella, casi siempre bidimensional, y lo hace con creces. Al parecer este saludo a Iroko, ha sido bien recibido por los orishas, y la magia blanca que envuelve al visitante hace, a pesar de algunos detalles, aplaudir los pasos firmes que viene dando Pez por sí misma.