Exposición RCP

Colectiva

07.01.2022

Galeria Servando Cabrera Moreno (La Copa)

14 Bienal de La Habana

Si un sector ha sido marcado por la pandemia del Covid 19 en Cuba ha sido el mundo de las artes. Galerías cerradas, ferias suspendidas, la Bienal casi «en veremos», mercado deprimido —más— y la economía de los propios artistas en peor situación, sin una vía de acceso para sobrevivir. En resumen, el circuito artístico vivió o vive uno de sus peores momentos. Aun en esa incertidumbre, se realizó la Bienal de la Habana, bajo fuego de cañón como diría Elpidio Valdés; una respuesta a todo ese escenario. Es entonces cuando la resiliencia de los artistas se ha visto a prueba, casi sin apoyos materiales concretos – institucionales—, han respondido a la necesidad de revivir el circuito de exposiciones en la Habana y el país de manera general. Esta vez han sido los propios artistas los que han dado las primeras maniobras de resucitación cardio pulmonar (RCP) a las galerías y otros espacios expositivos.

Este encuentro, más que exposición diría yo, entre amigos busca fuera de una línea curatorial o la presentación de piezas nuevas, la liberación de energías después de tanto encierro. Esa fricción que trae una exposición presencial es como siempre una experiencia necesaria y única, y así lo ha demostrado el día de hoy. Se dieron cita no los críticos, o curadores, ni los responsables de las instituciones que auspician la Bienal, sino los amigos, los de siempre aquellos que conocen los deseos de estos artistas de hacer cosas por amor al arte. Los encuentros virtuales y exposiciones en redes para nada, nunca, sustituirán la experiencia de observar verdaderas obras de arte. Retornar al escenario presencial luego de cuestionarnos durante meses si volvería la normalidad, es como surcar un mar bravío o alejar al arte de la luz al final del túnel.

No en vano su curadora Claudia Laguna, ha sabido coordinar esta sencilla pero emotiva muestra. Casi sin proponérselo convierte el soliloquio de un artista en su taller durante meses, en un diálogo entre amigos y sus obras. Es, por tanto, que la pieza “Color city” de Humberto Monteagudo con sus colores ocres crea un equilibrio interesante con los colores vivos de la cartulina de Andrey Quintana que muestra el “Renacer en el páramo”. O las fotografías circulares del universo de Raul C. Camacho “Memo” con las de una gota de agua de Arian Irsula . Incluye además un NFT (obra digital) de Reinier Nande que se contrapone con el collage con papel periódico de Enrique Wong Diaz o la hiperrealidad figurativa de las piezas de Pablo Victor Bordón Pardo.

Siempre aplaudo las alianzas entre artistas. Estas fortalecen y soportan, unos a otros los discursos estéticos y conceptuales que proponen, ganando así todos dentro del concurso de estos colectivos creativos. Y de conjunto defienden esos códigos artísticos que amplifican los mensajes estéticos, que son sin dudas esas descargas de corriente que harán volver al palpitar el corazón de las instituciones expositivas después de este impasse.

Me gustó la transdisciplinariedad de la exposición y el diálogo con diversos lenguajes propios del arte contemporáneo. Se provocó por y con los artistas, alejados en la soledad de sus estudios y a través de grupos en redes sociales, esa conspiración hasta último minuto para venir a dar estos primeros auxilios. Se revive, por tanto, esos intercambios y la producción colectiva del arte. Este actual escenario pandémico ha reconfigurado todas las relaciones del sistema artístico, las consecuencias resultan entonces poco medibles, así que no solo estos, sino todos los artistas que participan en la Bienal están dando un RCP a las instituciones, a las galerías y a todo ese ecosistema del arte en Cuba hoy. A todos ellos, agradecido por ese gesto.