Exposición Solsticio
Alejandro Jurado
13.01.2023
Galería Galiano
Imagino que los atardeceres desde Alamar se ven distintos, que aquí en el centro de seguro «el color se libera de su contexto objetivo y se convierte en el sujeto en sí mismo». Así entonces, es entendible que Alejandro haya desarrollado estas observaciones astronómicas empíricas desde las zonas de la alejada Habana del Este, hacia el poniente. Digo empírica desde el sentido de método científico, pero en las obras de Jurado hay sin dudas una metodología escénica particular extraída del color field painting de Mark Rothko. La pintura de campo de color, incluida la pintura de superficie de color, es la forma de expresión del arte contemporáneo que escoge Alejandro Jurada en esta nueva entrega, caracterizada por campos de color grandes y homogéneos llenos en las piezas expuestas. La mayoría de las obras son de gran formato.
Este joven artista, por lo visto en las redes sociales días antes de la muestra, gusta de aplicar la pintura directamente al lienzo en una especie de vaciado, a veces vertida o rociada, algo que se aprecia en esta ocasión en varios de ellos. Casi sin el uso de utensilios de pintura clásicos, por escasez o por gusto estético, logra que la pintura penetre directamente en la tela, en un proceso comparable a teñir una tela. El resultado, amplias áreas de colores, más de tres en un mismo lienzo, con tonos oscuros, que se juntan o separan según el efecto de teñido. Ese efecto visual de profundidad y encontrar paisajes está decididamente en nuestra mente sugestionada, pues las áreas planas de color huyen de cualquier tipo de figuración. Estar frente a estas piezas –algunas más que otras- lleva a un estado de profunda meditación e introspección para encontrar el horizonte imaginado en esos supuestos atardeceres.
Amante de la abstracción, imagino que Jurado haya escogido la pintura de campo de color por su relación con la abstracción post-pictórica, el suprematismo, el expresionismo abstracto, la pintura de borde duro y la abstracción lírica. Todo esto conspira en una muestra que, como el objetivo de la propia pintura de campo de color, busca librar al arte contemporáneo de nuestros días de esa retórica superflua que en ocasiones le acompaña.
De todas las piezas, el conjunto de 24 pasteles y tinta china sobre papel canson titulado First impression of the earth, es la Pieza. En tal sentido, me hubiera gustado que la museografía la hubiera privilegiado en la sala principal, variando la escena inicial que el espectador recibe en la galería. En esa primera parte de la exposición, las Piezas Destiny, Fade to black, y Closer, no contrastan, en opinión de este visitante, con el conjunto de siete lienzos Días de septiembre. Siempre es compleja la museografía de una exposición de obras abstractas, por lo que siempre habrá criterios en pro o en contra.
Siguiendo la carrera en ascenso de este artista emergente, aquellos que se han llegado a sus últimas exposiciones, podrán afirmar esa motivación constante por la experimentación. Esto hace siempre interesante descubrir, los elementos que llevan a este artista a desarrollar su obra, incluso desde fragmentos de lienzos hasta los más grandes formatos. Un gusto saberlo heredero de artistas universales como Barnett Newman, Mark Rothko, Clyfford Still, Adolph Gottlieb, Morris Louis, Jules Olitski, Kenneth Noland, Friedel Dzubas y Frank Stella, y otros.