Exposición Réquiem
Colectiva
12.01.2023
Arco de Belén
Es la pérdida, en su sentido más general, lo que viene a unir en esta muestra las piezas de 17 artistas de las más disímiles manifestaciones y discursos artísticos. Sus curadoras reconocen que ellos, como el resto de los mortales, han pasado en algún momento de la vida por ese proceso de duelo, ya sea por pérdidas relacionales, intrapersonales, materiales y evolutivas. Por tanto, algunas de sus obras son o representan ese réquiem por el alma de lo perdido, y es ahí donde empiezan a coser con rápidas puntadas cada discurso individual. Al parecer, en una licencia creativa, los artífices de la muestra, como bien refleja el largo texto introductorio ubicado en el espacio, remueven las conocidas etapas del duelo, dígase, crisis, negación, ira, depresión, aceptación y aprendizaje. Museográficamente, distribuyen las obras en función de esas etapas obviando la depresión, omisión en mi opinión pudiera conspirar contra la idea de recrear en su totalidad el concepto de luto que esgrimen desde el principio. Así entonces se ponen en diálogo las obras de los convidados a esta misa, para hacer catarsis y aliviar desde el arte el dolor que puede causar el tránsito por cada una de esas etapas del duelo.
Las propias características de este espacio intervenido para convertirlo en una especia de galería de arte, viene a seguir esta tendencia en los últimos tiempos de ir contra el cubo blanco. Adaptarse a una arquitectura compleja, y gestionar una exposición así tiene méritos, aunque en ocasiones la selección de determinados lugares para ubicar piezas, a los ojos del espectador, no funcionen y resten prestancia a la obra allí ubicada. Pero las posibilidades del sitio, le valieron para jerarquizar las micro exposiciones dentro de la mayor, según la idea de fases del duelo. La acústica del lugar propicio que la música que acompaño el opening integrara, con esa sonoridad añeja de vitrola antigua, los sentidos de lo perdido. Un enviroment que crea ese clima necesario, y acompaña al visitante por esa ruta curva que es el tránsito por el dolor y la pérdida.
Me gustaría pensar que el performance “Ejercicio de conversión de una incomodidad sociopolítica a forma y color” del artista Levy Orta, es la pieza centro de la muestra. En una reinterpretación de la icónica foto en que juega desnuda la modelo Eve Babitz al ajedrez en una mesa teniendo enfrente al artista y ajedrecista Marcel Duchamp, esta vez el propio Levi es quien asume la postura de un psicoanalista al estilo de Sigmund Freud. A la vez que intenta resolver el cubo rubic, que pudiera significar metafóricamente la mente humana de la chica que desnuda en el diván, empieza a transitar por el camino del duelo. Esto como espectador me abre toda la muestra, la resignifica, y así la disfrute buscando mis propias conexiones de las obras con los estados del luto.
“¿dónde está entonces esa felicidad que me había prometido?”, Lamentación, Alberto Acosta-Pérez
A partir de esta premisa, entro en la zona de crisis, encontrando las fotografías de artistas como Humberto Monteagudo, Marirosa Beltrán, Carlos Almeida y Ossain Ragi. Creo acertado el uso de la imagen fotográfica como recurso visual para aludir a la crisis. Las imágenes de lugares abandonados o perdidos en el tiempo, como es el Teatro Campoamor o las vallas publicitarias de neón de las calles de la Habana, o la referencia al embarazo no logrado con la pérdida del fruto – con una influencia en la artista directa de la obra de Martha María- , todos detonantes de crisis, refuerzan el concepto que se defiende por los curadores.
“(…) Y cuando llegue el tiempo de la MUERTE ponedme ante el ESPEJO para VERME.” Elegía así, Virgilio Piñeira
Agustín Hernández y José Manuel Mesías, desde sus particulares estilos, evocan los momentos de negación de la pérdida. El primero reinterpreta lo que, a través del lienzo, muchos consideran el “cartel publicitario” de la gran compañía del momento revolucionario: “Jacobinos S.A.”, ahora recombinado con la Coca Cola, un gigante de la promoción. Este Marat, el “amigo del pueblo” yace muerto, pero tal y como en la época que Jacques-Louis David lo pintó, se muestra con un aspecto sereno, pero de trágica resolución, se niega a la muerte cruel a manos de aquellos que no comprendieron su propósito en la vida. En el caso de José Manuel Mesías con su arqueología de objetos, combina productos desechados y los reinterpreta en estas piezas de 2011-2012. Se niegan a ser basura, a desaparecer, a no tener una función social, y ahí entra el artista quien les da una vida después dé.
“… y siempre una palabra feroz me sale al paso”, Hábitos, Heberto Padilla
Espejos estrellados, vidrios rotos que reflejan el rostro de Lisandra Isabel en la serie Selfie, esparcidos por la pared como suelen verse cuando con la ira del dolor somos arrastrados a destruir todo a nuestro paso, es una de las piezas que componen una de las alas de la exposición. Así, esta joven artista es puesta a dialogar con la obra magistral del Chino Arcos, quien reproduce este mismo efecto de quiebre en sus fotografías analógicas sobre la base de esas composiciones para el revelado de dos imágenes de la serie Razones Ocultas. Y es que la Ira, canalizada como impulso creativo, permite generar maravillosas creaciones que impactan al ser y a la sociedad procurando profundos cambios.
“No abriré, no, no abro; tengo miedo de que algo imprevisto salte y se confunda entre las cosas que no amo.” Sí abro, Fayad Jamís
El beso de Pupy Peña, como una especie de reconciliación con sus demonios, miedos, temores y porque no perdonándose a sí mismo, es la mejor imagen de aceptación de lo vivido. Acompaña la obra Religión de Claudio Sotolongo y Plan C “Religión”, con esa representación de la última cena de Cristo, donde rezan las sagradas escrituras, el cordero de Dios hizo la paz con sus discípulos, aceptó su destino y perdonó incluso a Judas. Significativa la pieza de Andy Mendoza, quien, con piedras encontradas en el cementerio, lugar donde yacen muchas de las pérdidas de las personas, muestra en instalación para la muestra el proceso de intervenirlas con obras de Sandu Darie sobre ellas, como recordando que el arte supera la muerte y se perpetúa. En este mismo espacio convive una de las piezas de las series de Antonio Gómez Margolles, que desde el color negro y los textos se conecta al resto de las piezas.
Alejadas de las principales zonas de exposición, están las piezas de Ricardo Miguel “Cuando el recuerdo se convierte en polvo”, fotografías intervenidas, como ya nos viene mostrando en esa forma de hacer la fotografía por este joven artista, junto a una de las esculturas de la serie Crucifijos de Tomás Lara, un videoarte de Reinier Nande de 2007 “Juegos Discretos” y la instalación #36 (indagación a un lugar en el pasado) de la serie Cronotipo de Sergio Marrero, que sin lugar a dudas responden todas a ese necesario aprendizaje y reconexión del ser humano posterior a procesos tan complejos. Algunos se derivan a la religión como forma de escape, otros olvidan, siguen adelante; los más, ascienden y sobreponen a los recuerdos y obstáculos con esas cuerdas que son los amigos, familiares y la propia sociedad.
Amén de los errores que puedan existir en la concepción de la muestra, o a los retos arquitectónicos o de producción, esta muestra es válida. Tras años sometidos a una situación tan compleja como es una crisis de salud, donde muchos tuvimos pérdidas cercanas o no, de amigos, familiares o sueños perdidos, una muestra que intente explorar desde la visión de los artistas y más de sus curadoras es aceptada.