Exposición “Wifredo Lam, indivisible”
Wifredo Lam
08.12.2022
Museo Nacional de Bellas Artes
“(…) Me negué a pintar cha-cha-cha. Quería con todo mi corazón pintar el drama de mi país, pero expresando a fondo el espíritu negro (sic)… De esta manera podría actuar como un caballo de Troya que arrojaría figuras alucinantes con el poder de sorprender, de perturbar los sueños de los explotadores. Sabía que corría el riesgo de no ser entendido ni por el hombre de la calle ni por lo demás. Pero una imagen real tiene el poder de hacer que la imaginación funcione, incluso si toma tiempo.”
Wifredo Lam
A los 120 años de Lam se han dedicado dos días de las artes visuales en Cuba. Wifredo Lam fue un artista y pensador profundo, y deberíamos aprender de su vida y su obra. Hoy se hablaba de por qué no hacerle una escultura pública que lo honrara, si tantos personajes históricos, populares o ficticios la tienen. Una tarja inaugurada a nombre de todos los artistas cubanos se emplazó en los jardines de la UNEAC en su centenario, pero poco es para tan universal cubano, fue el criterio generalizado entre los que le conocieron y quienes lo estudian. Uno de los momentos cumbres del día, ha sido la exposición “Wifredo Lam, indivisible” en el Museo Nacional de Bellas Artes. Una muestra única, dada la selección de las piezas, algunas desconocidas o pocas veces expuestas, donde en un recorrido histórico por varias décadas, desde los años 40 hasta los 70, podemos afirmar la indivisibilidad en toda la obra de este Maestro.
No por gusto el etnógrafo Don Fernando Ortiz fue cautivado en esos años por la pintura de Lam. A ella dedicó tiempo de estudio, es ese proceso de descubrimiento de nuestra nación y nacionalidad, que, por supuesto, está presente en los procesos culturales, de los cuales Wifredo Lam es parte indisoluble. Las piezas, hoy escogidas, muestran en todo su esplendor las formas surrealistas y cubistas de este artista, sumándole además esa esencia criolla que aportó el regreso de Lam a Cuba luego de años en Europa y el Caribe antillano. De España y Francia, Lam bebió de grandes pintores de la época, la que depuró en su propio estilo y matizó con su visión sobre la realidad cubana, a la que quiso representar lo más fielmente posible.
Diría Ortiz que, si de Goya los europeos tienen sus Caprichos y disparates, Lam nos regaló los suyos para que en una pequeña nación del caribe antillano pudiéramos sentirnos orgullosos. Y eso es lo que se siente cuando uno contempla piezas como Tercer Mundo, La Silla o Maternidad, o grabados varios de singular factura, orgullo. Ese ajiaco que tanto describió Fernando Ortiz, está representado de igual manera en la obra de Lam y en esta muestra. La asiática “delicadeza y la finura de su ejecución, la diafanidad de sus formas, sus admirables matizaciones y su gran paciencia, pese a que toda su obra se produce con tal naturalidad y presteza que parece automática, impremeditada y subitánea” según M. Bruening; de la madre África “la simbología, su primitivismo y su religiosidad”.
Las mujeres, tal vez uno de los influjos de su amigo Picasso, son la representación más presente en la muestra. El erotismo en las formas femeninas de Lam es descrito como “erotismo de creación, no impudicia ni pecado. Pero esa carnalidad femenina en Lam no es propiamente africana, es la sensual mulatez de Cuba. No tiene tatuajes ni escaras en su piel, ni tampoco ornamentos de abalorios, cauris, peinados y vestimentas; es desnudez de hembra morena en simbólica función de primitividad humana (…).” Desconozco si existan textos especializados sobre el tratamiento de la figura femenina en la obra de Lam, pero sin dudas hay un respeto por la mujer, con esa ya acostumbrada mirada descolonizadora, como bien señaló que era su obra.
Me quedé por varios minutos frente a “La silla”, me atrapó la textura única en toda la producción de Lam. Vuelvo a los textos de Ortiz donde reconoce que Lam tiene una “arquitectura verde” donde solo hay cañas de azúcar, hojas de palma y curujeyes, yerba mala, flores y frutas. Pero para nada se encuentra una naturaleza muerta, sino viva, brava, como el espíritu cubano. En esos textos igual sentencia “El arte de Lam jamás ríe del imponente misterio, ni trata de trocar en desprecio burlón lo que debe ser temor reverencial.”
Sin lugar a dudas, esta exposición es de esas a las que merece la pena volver más tarde, cuando el bullicio del público inquieto haya cesado y se pueda ver cada obra con calma. Cuando el misterio de Lam sea el clima perfecto para escudriñar entre las obras. Ese misterio que acompaña las composiciones monocromas en ocres, sepias y negros de las piezas en la sala. Cuando la iluminación natural que inunda las salas del Museo suplan la deficiente iluminación en zonas de la exposición donde la penumbra cubre piezas y textos. Regresar cuando a una distancia apropiada se pueda apreciar la obra Tercer Mundo y descifrar los enigmas que en los ojos surrealistas de sus personajes Lam colocó, pues ellos ven la grandeza de este cubano indivisible.