Arístides Esteban Hernández Guerrero
2018.04.13
Galería de Arte Villa Manuela
Esta nueva etapa de “introspección personal”, -por llamarle de alguna manera a este confinamiento que la situación epidemiológica actual obliga- me permito revisar, organizar y catalogar aquellas exposiciones que se han acumulado en fotos y otras publicaciones en estos años.
Se suceden en la pantalla, rostros reconocidos de la iconografía religiosa de muchas civilizaciones, Buda, Shiba, Cristo, alegorías a Oshún… todos ellos tienen un rincón en estos días en los altares cubanos, y reciben llamados para salvar en la idiosincrasia religiosa del pueblo. En numerosas conversaciones que se menciona el tema de la situación actual se termina tocando madera, para alejar a los malos augurios y tener suerte.
Entre esas imágenes redescubro una en especial que me evocó a la ciudad de estos días… “Habana 6:00 am” de la exposición “Tocar madera” de Arístides Hernández Guerrero (Ares), una obra que revela una ciudad que despierta en silencio, y una aldaba que desde las alturas sirve para despertar esa conciencia de muchos.
Este artista es tan criollo como universal, como bien lo reconocen la infinidad de premios internacionales, con su obra que han descrito las realidades de Cuba y otras partes del mundo. Logra de una manera muy cubana tocar esas fibras sensibles de aquellos que reconocen en su obra los elementos del ajiaco que nos legó Fernando Ortiz. Solo valga mencionar el equilibrio del tratamiento, con la naturalidad que nos caracteriza, de los símbolos patrios con símbolos religiosos o figuras como Martí.
Psiquiatra devenido artista o viceversa -pues se nace con el talento de la creatividad- emplea su mayor arma discursiva, el humor, para según sus propias palabras “mediante la risa transmitir disímiles ideas”. Pero artífice de la mente juega con la nuestra. El uso de aldabas en la mayoría de las obras, más allá que hacer resonar la madera dura -alegóricas a las puertas de casas antiguas sin la tecnología de los timbres eléctricos- trasmite un significado de protección en varias formas según sus diseños.
Me detengo en el simbolismo de esa aldaba en forma de mano, de rasgos finos, con anillo o sin él, esa Mano de Fátima que cuentan las leyendas sobrevivientes de la censura medieval, y el artista traspola ese concepto de actitud protectora y mística que la rodea a cada una de las obras donde la incluye y da un nuevo simbolismo: las doctrinas del corazón, la luz de la estrella que ilumina y mata, la protección a la ciudad que le vio nacer.
A Ares, parafraseando un viejo refrán de herreros, le agradezco por la muestra y “a tal obra, tal aldaba”.