28.06.2018
La revista Artcrónica y su director, David Mateo, han sido tal vez los promotores más importantes en Cuba del trabajo de este grupo de artistas. Me permito entonces compartir las impresiones de Noel Alejandro Nápoles González en las páginas digitales de este magazine para acercar mi primer encuentro a la obra de estos amigos artistas. La vida dará la posibilidad de volver a verlos exponiendo y tal vez dejar alguna impresión con un criterio más formado.
«N2WH4P2 no son las siglas de un virus ni la matrícula de un auto: es el título de la exposición que presentó un grupo de artistas en la Galería Taller Gorría con curaduría de David Mateo.
Dicho grupo se hace llamar Los Transferencistas y en este caso se ha presentado con cuadros, piezas musicales y videos. Los Transferencistas son artistas de diferentes disciplinas que crean una obra de arte a partir de la transferencia de métodos de una disciplina a otra. Su nómina está compuesta, básicamente, por los cubanos Lázaro Lacho Martínez (líder del grupo), Reinier Usatorres, Yosvel Hernández y por la mexicana Ivette Cedillo. Aunque, en la creación musical, se suman nombres de artistas que no estuvieron presentes en la muestra, como Ruber Velis, Marisela Perdomo, Ray Vera, Fabiola Villanueva, Rosiel Suárez, Marina de Ita, Alda Arita o Alejandra Díaz.
(…)
Cada pieza transferencista es una ofrenda al paradigma del caos: la cantidad de gestos hechiza, las posibilidades visuales y sonoras se multiplican en abanico, los efectos dictan causas y no viceversa. A pesar de ello, bajo la hojarasca caótica, se adivina un hilo invisible que lo cose todo. Ese hilo es el proceso, que en este caso parece ser incluso más importante que el resultado final. Me gustaría ver una exposición de este grupo en la que se mostrase la metamorfosis de una obra visual, sonora o audiovisual.
Lo fundamental es que Los Transferencistas abren puertas en los muros. Tienden puentes sobre los abismos y conectan lejanías. Quiebran los límites de sus lenguajes particulares para ensanchar y ahondar los límites de sus respectivos mundos. Y eso es algo a lo que contribuye una curaduría sobria, inteligente, mesurada.»