Exposición «Esta pared es del pueblo»
Abraham Echavarría
24.02.2024
Delirio Estudio-Galería
En una entrevista a Amanda Cuesta (Barcelona, 1974, crítica de arte y comisaria vinculada a convocatorias de arte joven) se le preguntaba:
Ya hay galerías especializadas en graffiti ¿crees que si el graffiti entra en galerías, museos, subastas… y los graffiteros trabajan con encargos, se acaba con la filosofía del graffiti?
A lo que respondió: «Lógicamente es una perversión de la naturaleza transgresora del graffiti. Es un arte que nació en el espacio público a partir de la urgencia de los artistas de barrio que no tenían lugar donde expresarse, o acceso a un circuito artístico. Como no tenían un lugar se lo tomaron. Lo que pasa es que el mercado acaba engulléndolo todo.»
Tomo esto de pie forzado para revisar la reciente exposición «Esta pared es del pueblo» en Galería Deliro Estudio, curada por un grupo de jóvenes (cinco para ser exacto, algo que me llamó la atención) donde presentaron obras del artista Abraham Echevarría c/p Mr_Sad 26. De facto la muestra se sitúa en una encrucijada conceptual que desafía la comprensión tradicional del graffiti. Con la galería transformada en un espacio que evoca la rebeldía y el desorden visual característicos del arte callejero, las obras buscan mantener su diálogo crítico y su energía subversiva. Sin embargo, al trasladar el graffiti a un espacio cerrado y mercantilizado, la exposición enfrenta el riesgo de atenuar la potencia disruptiva que define al graffiti.

Las imágenes de la exposición revelan una densa amalgama de símbolos, colores y textos que se superponen en una cacofonía visual, reflejando la esencia caótica y efímera del graffiti urbano. La obra que representa una habitación grafiteada por completo destaca como un esfuerzo por recrear la experiencia inmersiva del arte en el espacio público. La estética saturada y la espontaneidad del trazo invitan a reflexionar sobre la naturaleza efímera del graffiti, que en este nuevo contexto se estanca, perdiendo su carácter temporal y su diálogo con la ciudad.
La pieza que remite a la icónica ola japonesa, junto con la frase «rema que aquí no pican», ofrece una conexión con el patrimonio cultural más amplio y una particular mirada a la idiosincrasia cubana. No obstante, esta transposición de la calle (donde originalmente fue emplazada) a la galería puede interpretarse como una suerte de domesticación del ímpetu contestatario del graffiti, que tradicionalmente desafía las normas y se impone en el paisaje urbano sin pedir permiso.

Los carteles que muestran imágenes icónicas de la historia y textos disruptivos mantienen una estética provocativa, pero su disposición en la galería invita a preguntarse si el contexto formal inhibe su capacidad de interpelar y movilizar al espectador de manera genuina. La obra «No Sugar No Country» y las figuras históricas con las bocas tapadas son ejemplos de cómo el arte puede ser vehículo de crítica política y social. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿Puede este mensaje ser igual de efectivo en un espacio donde el arte se convierte en un objeto de consumo?



La galería, albergando estos vestigios de rebeldía, se convierte en un limbo donde el graffiti, despojado de su contexto original, se exhibe como un artefacto más que como un acto de expresión. Algunos podrían argumentar que esta es una evolución natural del arte, que todas las formas de expresión eventualmente son absorbidas por el mercado. Otros, en cambio, pueden ver en este fenómeno una pérdida de la esencia y el propósito que dieron vida al graffiti como movimiento artístico y forma de resistencia cultural.




«Esta pared es del pueblo», aunque impecable en su ejecución y fiel a la estética visual del graffiti, incita a una reflexión más profunda sobre la naturaleza y el futuro del arte urbano en Cuba: “No existe una ley o un decreto referido a la práctica del grafiti, aunque usualmente puede sostenerse en las contravenciones en materia de ordenamiento territorial y urbanismo recogidas en el Decreto No. 272, dado a conocer en el No. 2 extraordinario de la Gaceta Oficial de la República del 21 de febrero de 2001”, el cual establece medidas y multas en el caso de que se acometan infracciones contra el ornato público, mobiliario urbano en general y monumentos nacionales y locales.



La crítica no se dirige a la calidad artística de las obras, sino a la paradoja inherente a su presentación: un arte nacido de la necesidad de transgredir y comunicar en las calles, ahora contenido dentro de las paredes de una galería, sujeta a la valoración y especulación del mercado del arte. La exposición es un testimonio del dinamismo del graffiti, pero también un recordatorio de la constante tensión entre la creación artística y su comercialización

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