Exposición 70/80 Arte Cubano
Colectiva
27.12.2024
Galería Collage Habana
Mucho lamento que este proyecto haya nacido huérfano… un parto forzoso con la Institución Arte, nada más semejante a lo vivido en las décadas de los 70/80’s por el arte cubano. Fueron forzados cambios, incorporados nombres ajenos a la idea primigenia y hasta cuestionado el título original: Z 70/80 Arte Cubano. Lejos de ser un gesto de reconciliación o expansión, esta intervención refleja la persistencia de un modelo que busca controlar las narrativas sobre el arte cubano, incluso cuando estas ya han superado sus propias limitaciones. Esta exposición colectiva, más que un homenaje a las décadas que marcaron un giro en las artes visuales en Cuba, es un recordatorio del vacío intelectual institucional que perpetuó el éxodo de tantos creadores. La galería se convierte, entonces, en un escenario de reconciliación tardía, donde las ausencias pesan tanto como las presencias.

El título original, Z 70/80 Arte Cubano, contenía una clave simbólica que trascendía la mera cronología. La «Z» aludía al cierre de un ciclo, un punto final que marcaba el agotamiento de ciertas narrativas históricas y estéticas sobre el arte de esas décadas. La imposición de un nuevo título, más neutral y aparentemente inclusivo, evidencia la incomodidad institucional ante cualquier gesto que desafíe los moldes establecidos. Se despoja así a la muestra de una capa significativa de crítica implícita, dejando entrever cómo las instituciones buscan domesticar la memoria cultural.
La inclusión de artistas y obras no previstos originalmente subraya la intervención de un aparato institucional que prioriza agendas políticas y simbólicas por encima de la coherencia curatorial. Este proceso diluye el concepto inicial y reproduce un esquema tantas veces criticado por artistas como Manuel López Oliva. Como él mismo señala, proyectos como AB+C, que buscaban articular modelos innovadores de interacción entre artistas, coleccionistas y dealers, terminaron siendo reducidos a muestras convencionales por la falta de recursos logísticos y el desinterés institucional.





La propuesta inicial de AB+C intentaba generar una dinámica de interrelación entre artistas de diversas trayectorias, evitando divisiones reduccionistas como «contemporáneo» o «tradicional». Sin embargo, el proyecto quedó atrapado en las fracturas generacionales y jerarquías impuestas por el aparato institucional. De manera similar, «70/80 Arte Cubano» reproduce fracturas generacionales sin la intención crítica que caracterizó a aquel proyecto. Lo que podría haber sido un espacio para reconfigurar las relaciones entre artistas de distintas trayectorias se reduce a una muestra que no articula un diálogo profundo ni cuestiona las narrativas oficiales.
El conflicto no radica únicamente en el control sobre el título o la lista de participantes. Estas intervenciones institucionales subrayan un esfuerzo por homogenizar lo que, por su naturaleza, es heterogéneo. La propuesta curatorial original buscaba enfatizar las tensiones y rupturas que definieron esas décadas: un arte que, desde la insularidad, dialogaba con las vanguardias internacionales, y creadores que, al emigrar, ampliaron los márgenes de lo que entendemos como arte cubano.





La versión final queda atrapada entre la intención original y las modificaciones impuestas. Aunque reúne una selección importante de artistas y obras, lo hace desde una narrativa que no siempre respeta las disidencias, los silencios y las fracturas que definieron esas décadas. Lo que podría haber sido un gesto radical se convierte en un esfuerzo por suavizar las aristas más incómodas de nuestra historia artística.
El arte cubano de los años 70 y 80 no puede entenderse sin su contexto político y cultural. Fueron décadas marcadas por un control institucional férreo y una efervescencia creativa que desafió esos límites como bien se relata en el más reciente texto de Hamlet Fernández, “La Acera del Sol…impactos de la política cultural socialista en el arte cubano (1961-1981)”. El intento original de Z 70/80 Arte Cubano por abordar estas tensiones desde la pluralidad y la disidencia ahora se percibe como un esfuerzo frustrado. Porque esta orfandad no es solo simbólica; es también conceptual. Se priva al proyecto de su capacidad de cuestionar, incomodar y plantear preguntas urgentes sobre cómo se construye y narra el arte cubano desde las instituciones.





No se trata de negar la importancia de este evento, sino de señalar cómo las intervenciones institucionales condicionan lo que podría haber sido una propuesta más audaz. En su versión final, la muestra oscila entre el homenaje y la corrección política, sin posicionarse con claridad en ninguno de los dos extremos. Este gesto de conciliación forzada, aunque necesario en ciertos sentidos, corre el riesgo de reducir la exposición a una celebración desprovista de crítica.
En última instancia, la orfandad de este proyecto no radica solo en las modificaciones externas, sino en lo que estas simbolizan: un aparato institucional que, incluso en su intento por abrir espacios, sigue imponiendo límites. Sin embargo, las obras presentes logran trascender esas barreras. Son ellas, y no la narrativa oficial, las que permiten vislumbrar las tensiones y contradicciones de una época que sigue marcando el presente del arte cubano.







La cita a Deleuze en el texto curatorial inicial no es fortuita: «lo múltiple no es lo uno repetido, sino lo que se despliega en una multiplicidad heterogénea». La exposición abrazaba esta idea al reunir obras que coexistían en sus diferencias. La verdadera fuerza de este proyecto radica en su capacidad, a pesar de todo, de recordarnos que el arte siempre encuentra formas de resistir, incluso en medio de las imposiciones. Z 70/80 Arte Cubano —o como se le haya llamado finalmente— es un testimonio de ello: un testimonio de resistencia y de preguntas que aún necesitan respuestas.

Deja un comentario