De Allá: Década Volumen 2 Colectiva

De Allá: Exposición Década Volumen 2, Colectiva

Colectiva

22.05.2025

Galería El Apartamento (Madrid)

El arte también celebra aniversarios. Y cuando lo hace desde el territorio que le es propio —la obra y su exposición—, el gesto deviene testimonio, archivo, y, sobre todo, afirmación. La muestra DÉCADA. Volumen II, organizada por la galería El Apartamento en su sede madrileña, se presenta como el segundo tiempo de un díptico expositivo que comenzó en La Habana. Pero más allá de la conmemoración, se impone como un ejercicio de alta temperatura simbólica: un mapa afectivo, intelectual y estético que recorre los pliegues de diez años de complicidades, apuestas curatoriales y aventuras colectivas.

Esta exposición no es, ni pretende ser, una retrospectiva. Es —en palabras de su hoja de sala— un “encuentro”. El término, sin grandilocuencia, articula con precisión el eje conceptual del proyecto: el encuentro entre generaciones, entre lenguajes plásticos, entre memorias compartidas y divergentes, entre La Habana y Madrid, entre el imaginario de lo insular y los anhelos de la diáspora. El resultado es una constelación de obras que no buscan imponer un relato único, sino hilvanar un coro de voces donde cada pieza se sostiene en su singularidad, al tiempo que dialoga con las demás.

Vista parcial



En la Main Room, destacan nombres vertebrales del arte cubano contemporáneo como Reynier Leyva Novo, Carlos Garaicoa, José Bedia, Eduardo Ponjuán, Flavio Garciandía o Lázaro Saavedra, acompañados por figuras de generaciones más jóvenes como José Manuel Mesías, Juan Carlos Alom, Alex Hernández o Miren Doiz. Es precisamente en esa coralidad intergeneracional donde reside una de las potencias más sugerentes de la muestra. El trabajo de Novo, con su videoinstalación Eternamente te esperaré (2015), abre el recorrido con una elegía visual que cifra la nostalgia, el tiempo detenido y la espera como núcleo simbólico de la experiencia cubana contemporánea. No lejos de allí, Carlos Garaicoa articula su pieza con una vocación más urbana y distópica, construyendo un puzzle tridimensional donde la arquitectura deviene metáfora de lo inconcluso.

Frente a la abstracción poética de algunos, la ironía punzante de Lázaro Saavedra se impone con una obra que conjuga humor y reflexión política: Hay que caer para levantarse (2025), donde el color y la frase popular operan como dispositivos de doble filo. La pieza de José Manuel Mesías, compuesta por fichas de ajedrez, resulta especialmente eficaz en su economía formal y su intensidad conceptual. La historia como juego, como estrategia, como archivo: el tablero es aquí un palimpsesto de poder y memoria.

En el otro extremo del recorrido, Juan Carlos Alom entrega dos obras fotográficas cuya belleza radica en la calidad táctil del papel y en la tensión entre imagen y texto. Su ya célebre Enjoy Communism despliega una ironía visual que se adhiere a la piel del espectador con la misma intensidad con que las palabras se incrustan en el celuloide. Hay aquí una suerte de escepticismo sereno, una crítica que no grita, pero que no deja de señalar.


En la Project Room, el diálogo se reconfigura con una selección más contenida pero no menos vibrante. Aparecen propuestas como la de Los Bravú, que trabajan desde la hibridación entre el lenguaje pictórico renacentista y los códigos del presente, o las piezas de Ariamna Contino, cuya poética del papel cortado desafía los umbrales entre fragilidad, técnica y densidad simbólica. Es difícil no detenerse ante Mandevilla (2025), donde la botánica se convierte en metáfora de la persistencia y la resistencia silenciosa.

Hay en esta sala un aire más íntimo, más reflexivo. Las obras de Leandro Feal, Diana Fonseca o Roberto Diago dibujan una línea subterránea donde el cuerpo, la ciudad y la memoria afectiva devienen pulsaciones constantes. El díptico de Fonseca, hecho con fragmentos de pintura desprendida de fachadas habaneras, transforma lo residual en objeto estético, y lo arquitectónico en biografía. Es, sin duda, uno de los momentos más líricos y potentes del recorrido.



Si algo logra DÉCADA. Volumen II, es desplegar un relato sin convertirlo en dogma. Frente a la tentación de la etiqueta o del resumen historiográfico, la muestra opta por el entrelazamiento, por la superposición, por el fragmento. No hay aquí una tesis cerrada sobre el arte cubano contemporáneo, sino una multiplicidad de relatos que se entrecruzan, a veces armónicamente, otras en franca tensión. Lo que emerge es una comunidad de sentido, diversa, conflictiva y fértil.

El Apartamento ha construido, en esta década, algo más que una galería: ha edificado un lugar donde el arte no se exhibe sino que se habita. Y esa es la gran lección de esta exposición: que el arte es, también, una forma de convivir. Que celebrar diez años de trabajo no es mirar hacia atrás con nostalgia, sino abrir el espacio para seguir preguntándonos —desde la obra, desde el encuentro, desde la diferencia— qué arte queremos construir y con quién.

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