De Allá: Exposición Cartografía de un cuerpo
Lianet Martínez
25.04.2025
Museum of Contemporary Art of The Americas (MOCAA)
Hay proyectos que se anuncian como rituales de exposición y terminan convirtiéndose en ejercicios de ocultamiento. Y hay otros, como Cartografía de un cuerpo de Lianet Martínez, que asumen el riesgo de convertir lo íntimo en documento y el cuerpo en geografía de fracturas. Sin embargo, en ese gesto de autoescritura hay tanto de revelación como de construcción estética. La artista no exhibe un cuerpo, sino una constelación de signos que lo sustituyen, lo evocan y lo transfiguran.
La muestra, presentada en el MOCAA como parte de la bipersonal Alquimia de una isla, se articula en torno a un conjunto de trece piezas divididas en dos familias materiales: resinas moldeadas del cuerpo de la artista y composiciones fotográficas con sangre, dispuestas sobre portaobjetos de cristal y enmarcadas con antiguas estructuras de bronce. Esa elección formal —que, de entrada, seduce por su coherencia— genera una suerte de tensión entre lo arqueológico y lo contemporáneo, entre la reliquia y el artefacto. Aquí radica uno de sus primeros aciertos: la obra no se entrega al exhibicionismo explícito, sino que se plantea como una arqueología del yo, donde cada fragmento más que mostrar, sugiere.


La operación de Lianet —en sintonía con ciertas derivas del arte feminista actual— consiste en desplazar la centralidad de la imagen del cuerpo femenino como objeto de deseo hacia una lectura política de la huella, de la cicatriz, del pliegue. Sus títulos, lejos de ser descriptivos, operan como estaciones de sentido (Punctum, Rastro, Develación, Susurro), abriendo al espectador un itinerario de lo simbólico más que de lo literal. En este aspecto, la artista se alinea con las preocupaciones de una nueva generación de creadoras que sitúan el cuerpo no como tema, sino como territorio: un campo de batalla atravesado por la biografía, la historia y la estructura social.
No obstante, esta misma densidad simbólica corre el riesgo de volverse formulaica. El exceso de solemnidad —presente tanto en la retórica del statement como en la puesta en escena— produce, en algunos casos, una saturación de sentido. Hay en ciertos fragmentos una estética del sufrimiento que, si bien busca una poética de la herida, se aproxima peligrosamente a la estetización de la victimización. En otras palabras: lo que nace como gesto de autoexploración radical puede deslizarse hacia una mitificación de la fragilidad. En tiempos donde lo personal se ha vuelto político (y capital simbólico), conviene preguntarse si el cuerpo sangrado sigue siendo un dispositivo de crítica o si ha sido ya absorbido por las lógicas del arte emocionalmente eficaz.







Desde la perspectiva de los giros del arte contemporáneo, Cartografía de un cuerpo apuesta por una ética de la materia y por una política de la proximidad. No es menor que las obras sean pequeñas, casi de escala íntima, forzando al espectador a acercarse, a mirar de cerca, a leer. En una época de pantallas y distancias, esta decisión es un gesto contracultural. Sin embargo, esa misma intimidad exige una curaduría más arriesgada. El montaje, aunque coherente en sus decisiones materiales, tiende a uniformar las piezas, impidiendo que respiren o que dialoguen con la tensión que propone la artista entre lo biológico y lo simbólico.

En cuanto a su inscripción dentro del arte cubano, el trabajo de Lianet Martínez se distingue por una voluntad de introspección rara vez asumida con tanta frontalidad. Lejos del didactismo revolucionario o del exotismo tropical, esta obra se sitúa en una zona ambigua: no es denuncia, no es autobiografía, no es metafísica. Es —y en esto radica su fuerza— una tentativa de hablar de sí sin reducirse a sí misma. A medio camino entre Ana Mendieta y Regina José Galindo, pero también con ecos de Louise Bourgeois, Lianet escapa de la cita y se permite ensayar una poética propia. El desafío está en no caer en la trampa de la reiteración: porque toda cartografía corre el riesgo de volverse territorio conquistado.
Cartografía de un cuerpo es una muestra que interpela desde la vulnerabilidad, que exige una mirada atenta y que lanza preguntas incómodas sobre lo que estamos dispuestos a ver cuando el cuerpo —el propio y el ajeno— se vuelve material de arte. Entre el dolor y la dignidad, entre el artificio y la verdad, Lianet Martínez ofrece una cartografía que, sin pretenderlo, habla también de todos nuestros cuerpos.

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