Exposición Los vaivenes de la historia, Colectiva

Exposición Los vaivenes de la historia

Colectiva

16.11.2024

Museo Nacional de Bellas Artes

Los vaivenes de la historia se nos presenta por sus curadores Roberto Cobas y Yahíma Rodríguez como un acto de resistencia contra los olvidos deliberados. En este recorrido visual por la obra de seis pintoras abstractas cubanas de los años 50 (Mirta Cerra, Caridad Ramírez, Carmen Herrera, Zilia Sánchez, Loló Soldevilla y Gina Pellón), se advierte no solo una reparación necesaria, sino también una declaración de principios: desarticular las narrativas hegemónicas y coloniales que han relegado sus nombres al margen de nuestra historia visual.

Estas mujeres, en su abstracción, han sido insurgentes silenciosas. En un contexto marcado por el patriarcado como discurso normativo, hicieron de sus obras una trinchera desde donde redefinir el espacio creativo. La abstracción no fue un gesto estético, sino una afirmación política, un territorio donde negarse a ser musa para asumirse autora, donde las formas y los colores se convirtieron en manifiestos personales. Desde puntos de vista actuales, esta exposición puede leerse como un grito contra el «efecto de borrado» que ha operado sobre las mujeres en la historia del arte. Linda Nochlin, en su ensayo seminal ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?, señala cómo las estructuras institucionales han perpetuado este olvido al restringir el acceso de las mujeres a la formación artística y a los círculos de validación cultural. Este marco teórico ilumina el peso del patriarcado en la invisibilización sistemática de estas creadoras, reducidas muchas veces a la categoría de excepciones anecdóticas.

Mirta Cerra nos habla de una sensibilidad que transita lo telúrico, como si su pincel fuera capaz de extraer las verdades ocultas de la materia. Caridad Ramírez encarna la tensión entre lo local y lo global, entre una insularidad que la define y un cosmopolitismo que la empuja a nuevas configuraciones visuales. Carmen Herrera, la gran ausente/presente, destila lo esencial, nos obliga a enfrentarnos a la geometría como poética de la pureza. Zilia Sánchez, con su erotismo contenido, desafía las categorías al proponer una sintaxis donde lo corporal y lo simbólico dialogan sin concesiones.

Loló Soldevilla, la más vibrante entre las promotoras culturales, nos invita a mirar cómo el arte geométrico puede ser también un puente entre generaciones y latitudes. Finalmente, Gina Pellón irrumpe con sus colores estridentes y sus formas audaces, recordándonos que la expresión plástica también es una manera de habitar el mundo con intensidad.

El mercado del arte, históricamente controlado por dinámicas de poder patriarcales, ha tratado a estas mujeres con una indiferencia que raya en la negación. Mientras que sus contemporáneos masculinos eran celebrados y cotizados, las obras de estas artistas permanecieron en la sombra, muchas veces subestimadas por prejuicios de género que las consideraban «menos trascendentes» o «demasiado personales» para ser universales. No fue sino hasta décadas más tarde que el mercado comenzó a reconocer el valor de su legado, pero incluso este reconocimiento llega a menudo como una estrategia de reparación tardía, más que como una comprensión genuina de su importancia histórica. Hoy, su inclusión en subastas y colecciones internacionales refleja una reconsideración, aunque tardía, de su lugar en la narrativa del arte abstracto global.

El montaje de la exposición es, en sí mismo, un acto de justicia poética. Cada pieza se sitúa como un testimonio del tiempo y del espacio, pero también como una pregunta abierta al presente. La museografía, con su sobriedad inteligente, evita la grandilocuencia para privilegiar la intimidad del espectador con las obras. Documentos históricos, correspondencias y catálogos se despliegan como una especie de tejido que conecta a las artistas entre sí y con su contexto, invitándonos a reconstruir las historias que les fueron negadas. Esta narrativa curatorial dialoga también con las ideas de Griselda Pollock, quien argumenta que la recuperación de las mujeres en la historia del arte no debe limitarse a su inclusión, sino a la reestructuración de los paradigmas que las excluyeron.

Esta exposición no solo es un gesto de rescate; es una interpelación. Nos confronta con el peso de nuestras omisiones, con la urgencia de desandar los silencios impuestos. En su conjunto, Los vaivenes de la historia no busca colocar a estas mujeres en un pedestal, sino devolverlas al lugar que les pertenece: el de creadoras que desbordaron los límites de su tiempo y que hoy siguen dialogando con nuestra contemporaneidad.

Como bien afirmó Mariblanca Sabas Alomá, citada en el marco de esta muestra: “El destino de los valores falsos conduce, en definitiva, a la oscuridad, al olvido. Mirta Cerra es. Mirta Cerra quedará”. Estas palabras, que resuenan como un eco urgente, nos convocan a reescribir nuestras historias, a abrazar los vaivenes como una forma de resistir la inercia del olvido. Al adoptar las herramientas críticas de la teoría feminista, no solo rescatamos estas obras del olvido, sino que contribuimos a una revisión más amplia de la historia del arte, donde el género deje de ser una barrera para el reconocimiento del genio creador.

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