Exposición «Historia Universal»
Alejandro Baró
12.09.2024
Galería Las Nave
En un deliberado acto de desmontaje crítico frente a las visualidades occidentales, Alejandro Baró quiere (re)contarnos la Historia Universal desde el arte. Es esta propuesta, desde el collage como recurso conceptual, la forma que encuentra este artista para enfrentar la hegemonía simbólica y discursiva del canon artístico europeo. Las obras, de dimensiones reducidas, invitan a una lectura minuciosa, casi privada, donde la apropiación y la deconstrucción de imágenes icónicas se integran en un discurso poscolonial que interpela los cimientos de la representación.

El planteamiento curatorial evoca una relectura crítica de la Historia del Arte, donde figuras sacras, imágenes renacentistas y escenas mitológicas son fragmentadas, recontextualizadas y yuxtapuestas con elementos contemporáneos. Este proceso genera una ruptura en la narrativa lineal de las miradas de occidente, planteando la idea de que toda representación es, en el fondo, una construcción social y política. Baró utiliza este desmontaje para explorar las fracturas del poder, revelando cómo las imágenes históricas han sido utilizadas para perpetuar estructuras coloniales y patriarcales.




En términos museográficos, la exposición enfrenta un desafío notable: la escala de las piezas. El reducido tamaño de las obras y la distancia entre ellas no solo limita la interacción visual del espectador, sino que dificulta la apreciación de los detalles fundamentales que sostienen el discurso del artista. Algo quiero señalar, el espacio expositivo debe funcionar en simbiosis con las piezas para permitir una experiencia estética completa. En este caso, la disposición de los collages parece favorecer la neutralidad espacial, pero lo hace a costa de fragmentar el diálogo visual que la obra busca establecer.





A primera vista, la amplitud de la sala y la austeridad en la disposición de las obras podría interpretarse como una estrategia para invitar a la contemplación pausada. Sin embargo, este vacío no ofrece una reflexión silenciosa, sino una distancia que provoca desconexión. La museografía aquí no favorece una inmersión profunda en los detalles de las piezas, sino que las enmarca en un aislamiento visual que obstaculiza el proceso reflexivo que el artista propone. Tal como lo enuncian las teorías contemporáneas sobre lo decolonial en el arte, el espacio debe ser capaz de acompañar y potenciar las preguntas sobre poder, memoria y resistencia que las piezas formulan. En este caso, la exposición parece «confundir el vacío con el silencio», generando una experiencia estética donde el diálogo entre el espectador y la obra se disuelve en la distancia.


Aun así, cuando el espectador logra acercarse lo suficiente para observar las obras de manera íntima, estas revelan la contundencia de su propuesta. En ellas, Baró presenta una crisis del canon occidental, aludiendo a la inestabilidad de las imágenes como artefactos de poder. Las intervenciones poscoloniales se manifiestan en las fisuras y los cortes que fragmentan las representaciones clásicas, invitando a una revisión crítica de los modos en que la historia ha sido narrada y visualizada. Esta «Historia Universal» no es una historia lineal ni homogénea, sino una colisión de tiempos y discursos que pugnan por reclamar su lugar en la historia.




Alejandro Baró, al desmontar la visualidad tradicional, revela la urgencia de replantear las relaciones entre poder, arte y representación. La obra, a pesar de las limitaciones museográficas, se levanta como una denuncia visual contra el imperialismo cultural y el silenciamiento de los cuerpos y las voces no occidentales. La exposición nos invita, no solo a ver, sino a cuestionar lo que hemos aprendido a ver.

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