Exposición: La pereza me sabe a gloria, Daniel Antón Morera

Exposición: La pereza me sabe a gloria

Daniel Antón Morera

23.08.2024

Galería Servando

Un enjambre de moscas, suspendido en el aire, sobrevuela un vertedero de desechos biológicos y tecnológicos esculpidos al detalle. Su vuelo, en una especie de guiño cómplice, queda preservado en esencia ámbar. Daniel Antón se dispone a combinar en una única exposición un conjunto de piezas que hemos tenido la posibilidad de ver en eventos como Post-It y Mala Yerba, así como en otras exposiciones a lo largo de estos años. Si algo he encontrado en el trabajo de este joven artista, y compruebo revisando nuevamente las notas de sus piezas y perfiles en redes sociales, es ese desenfado en desacralizar el arte a través de sus esculturas. Esto le ha conducido a dotar a cada obra de una carga conceptual aún más fuerte. Alejado de los cánones, se compromete con los dilemas contemporáneos y realiza una crítica constante a través de sus producciones.

La ruptura con las nociones esquemáticas de belleza y valor artístico es un sello que marca a Daniel Antón. Domina la técnica, escoge mejor los materiales y logra resultados notables sin necesidad de grandes piezas escultóricas. Ya lo dice el refrán: el diablo está en los detalles, en aquellos que uno descubre al acercarse e interactuar con las obras de este artista. No es de extrañar que una parte de esta exposición buscara que el público dejara de percibir los límites impuestos por los espacios a las esculturas, e incluso llegara a destruir algunas como parte de una gran performance de la cual no era consciente. Daniel logra resignificar lo banal o lo abyecto y demuestra esa llamada autonomía del arte contemporáneo, en el cual el valor artístico de una pieza no radica en lo sacro o en la elevada espiritualidad.

¿Pero por qué escoger como imágenes a mimetizar elementos pertenecientes a residuos tecnológicos y biológicos humanos? Quiero creer es una propuesta de diálogo entre lo que siempre inmortalizó la escultura, aquello pensado e idealizado como divino, y algo más cercano como es la decadencia corporal o la obsolescencia tecnológica. Estas esculturas, incluida la pared de miniaturas de la central nuclear de Juraguá, son un espejo de la sociedad contemporánea, donde lo efímero, lo degrado, lo descartado es producido como una velocidad antes vista.

La pieza (…), que representa una secuencia visual de un cargador de audífonos iPhone, en equilibrio con el resto de la exposición, responde a una crítica al consumismo y a la sociedad postindustrial en que nos hemos convertido. Esa cultura de lo desechable, con la que el arte muchas veces empieza a rozar, es cuestionada desde la visualización metafórica de los ciclos de producción, uso y descarte, algo muy típico de esta era.

El mármol de Carrara con el que está producida la pieza Laoconte y sus hijos, así como su representación de un preservativo usado y tirado al suelo, habla de ese concepto de «la fealdad como estética». Se podría decir que la fealdad en el arte es aprovechada por el artista para causar impacto y recordación. Esta fealdad, vehículo para explorar nuevas estéticas desde la realidad contemporánea, es empleada por Antón como una forma de enfocar su discurso hacia la experiencia de lo cotidiano, lo descartado y lo desagradable, revelando esas verdades crudas y directas de nuestra condición de humanos y nuestro impacto en el planeta.

Creo que este ejercicio académico, con el cual concluye su período en la Universidad de las Artes, más que un acto final, es una pausa para revisar el trabajo realizado a lo largo de estos años. Reunir todas estas piezas en la expo, le permitirá como artista hacer una valoración crítica de lo que ha hecho, y lo que quiere hacer. Para la crítica especializada es esta una oportunidad para reflexionar sobre este artista, dándole las pistas necesarias para continuar por una senda, que en mi opinión tiene un alto potencial.

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