Exposición «Camisa de Fuerza»

Gabriela Reyna

18.04.2024

Galería Servando

La Galería Servando reafirma ser un terreno de confrontación y diálogo de las nuevas generaciones de artistas cubanos. Esta vez, Camisa de Fuerza, de la joven artista Gabriela Reyna, despliega un arsenal de metáforas visuales sobre la opresión femenina codificada en el vestir a lo largo de la historia. Esta exposición lleva al visitante a una inmersión en el océano de las vestimentas que han moldeado, confinado y a veces mutilado, no solo el cuerpo sino también el espíritu femenino.

La muestra abre con una serie de zapatos desgastados, confeccionados con el material con que tradicionalmente se friegan los pisos – formaron parte de un performance video documentado-, símbolo de los largos caminos forzados y de las jornadas extenuantes impuestas a las mujeres tradicionalmente relegadas a esas funciones en las casas. Estos zapatos, más que objetos de marcha, se revelan como receptáculos de una historia de servidumbre y sumisión, marcados por la huella indeleble del patriarcado que dicta ritmos y rutas.

En un giro dialéctico, nos encontramos con el vestido de relojes, una pieza -Cuba- que descompone la tiranía del tiempo controlado y parcelado. Cada reloj, con su propia esfera detenida, es un testigo mudo del tiempo robado a las mujeres, de esos instantes suspendidos en un perpetuo deber ser. Este vestido no se lleva, se soporta; no adorna, sino que encadena, haciendo de cada tic-tac un recordatorio del tiempo que no les pertenece, sino que es impuesto desde fuera. Excepcional la repetición del performance de 24 horas, donde la artista vivió la “opresión” de ese vestido en la propia galería.

Las paredes de la galería ceden el lugar de los tradicionales cuadros y dan paso a los dibujos realizados “site specific”, los corsés pintados reclaman la atención no únicamente como objetos de opresión estética, sino como “lienzos” que narran historias de confinamiento corporal. Gabriela transforma estos instrumentos de tortura en testamentos de resistencia, donde cada trazo de crayola es un gesto de reivindicación y cada color, un grito de independencia. El corsé, entonces, se convierte en un campo de batalla, donde se libran las guerras por la autonomía y la autoexpresión.

En una oda a la multiculturalidad de la opresión, los zapatos, los vestidos de época europeos, el burka y el kimono pintado entablan un diálogo sobre la universalidad del control sobre el cuerpo femenino. Los zapatos japoneses reflejan la complejidad y la pesadez de las expectativas sociales, mientras que el kimono, con sus colores vibrantes y motivos, narra paradojas de visibilidad e invisibilidad. Aquí, la belleza no es solamente contemplativa sino también contemplativa de su propio encierro.

Cada pieza fusiona la estética con el mensaje, el arte con la protesta. Al mostrar estas “camisas de fuerza”, que la moda denominó vestidos, Gabriela Reyna cuestiona las normas de la moda, las cadenas más sutiles -perniciosas- de la psique y la sociedad que restringen o intentan definir qué significa ser mujer. Cabe preguntarse, ¿quién diseña estas prisiones de tela y con qué autoridad se dicta su uso? La respuesta, aunque multifacética y compleja, resuena en los muros de la galería, entre las sombras de las prendas expuestas. La opresión viene disfrazada de tradición, de estética, de necesidad social.

La exposición no se limita a una crítica visual; es un espacio de catarsis y cuestionamiento. Cada pieza invita a reflexionar sobre nuestras propias contribuciones y complacencias en la perpetuación de estas cadenas. Sería oportuno organizar una serie de charlas y talleres que aborden temas de género, moda y liberación, facilitando un espacio de discusión y reflexión más amplio, a partir de una exposición tan bien pensada.

En «Camisa de Fuerza», la moda y el arte se convierten en herramientas de subversión y revelación. Esta una exposición es un manifiesto, un desafío a mirar más allá de lo superficial. La artista busca reconocer las estructuras de poder que han moldeado, a través de las prendas que vestimos, las vidas que vivimos. Aquí, cada hilo, cada textura, cada color, lleva consigo el peso de la historia y la potencia del cambio. Merecido el premio Espuela de Plata.