Exposición “Los muertos llaman al alba”
Enrique Martínez Celaya
15.02.2024
Museo Nacional de Bellas Artes

En 2019, tuve la suerte y la oportunidad de participar en el proceso de presentación de la obra «El Trineo» de Enrique Martínez Celaya, exhibida durante la XIII Bienal de La Habana. Esta fue una obra que encapsulaba las dualidades de arraigo y desarraigo, memoria y olvido, permanencia e impermanencia. Esta pieza, un trineo dorado y ornamentado, presentado en el contexto del Caribe, se convertía en una metáfora de la experiencia del exilio y del regreso, temas que hoy se alinean con las preocupaciones existenciales presentes en la exposición «Los muertos llaman al alba».


Aquel trineo, cargado de remiendos y juguetes, relucía bajo el sol intenso, evocando la riqueza de los recuerdos y la pesada carga de la historia personal y colectiva. En él, se podían ver reflejadas las mismas narrativas que hoy presentan inmensos lienzos ubicados en el Museo Nacional de Bellas Artes, con títulos como «Los que se van», «El regalo (para Juanito)», y «El contar lo que queda», piezas que dialogan con el concepto de legado y herencia cultural y emocional. «El Trineo» destacó, en ese Proyecto de Detrás del Muro, por enarbolar la idea de llevar consigo la carga de las memorias y experiencias a lo largo de los viajes de la vida de muchos cubanos.
La presencia de esta obra en el Malecón, un lugar emblemático de La Habana, marcó el retorno de Martínez Celaya a su tierra natal, estableciendo un puente entre su vida presente y sus raíces cubanas. Este acto de regreso, después de casi medio siglo, no es solo fue un retorno físico, sino también simbólico, un procesamiento artístico de su historia personal entrelazada con la historia colectiva de la diáspora cubana. Hoy, a un lustro, vuelve este artista a su tierra.


La exposición «Los Muertos llaman al alba» y «El Trineo» comparten una riqueza de simbolismo y una profundidad conceptual que desafían al espectador a reflexionar sobre la identidad, la memoria y la transformación. Martínez Celaya, a través de su arte, invita a un diálogo continuo con nuestro pasado y nuestro presente, un diálogo que se entiende mejor no solo en el contexto de sus obras, sino también en la narrativa más amplia de su trayectoria como artista y como individuo marcado por la experiencia del exilio y el redescubrimiento de sus raíces.
La obra de Enrique Martínez Celaya, entrelazada con la narrativa de sus creaciones anteriores, presenta una evocación lírica de la condición humana que se extiende más allá de la representación visual. Las piezas mencionadas, junto a otras cinco, funcionan como capítulos de un libro en constante escritura, donde cada lienzo es una página cargada de simbolismo.


«Los que se van» se nos revela como un espejo de la fugacidad, un eco de aquellos que han dejado su huella en el sendero de nuestra existencia. Es un canto a lo efímero, una reflexión poética sobre la inevitabilidad del adiós y el continuo devenir que caracteriza la vida. En «El regalo (para Juanito)», encontramos la generosidad del espíritu, un tributo a la inocencia y la esperanza, donde la entrega simbólica se eleva sobre lo tangible, convirtiéndose en una herencia del alma que perdura en el tiempo. «El contar lo que queda» nos invita a la introspección, a un recuento de lo que persiste en el vacío de la pérdida, a valorar lo inmaterial y perdurable que nos define.
La exposición «Los muertos llaman al alba» es la convergencia de estas reflexiones, un diálogo con la ausencia que transforma nuestra percepción de la muerte y la memoria. La obra de Martínez Celaya se convierte en un campo semántico donde los recuerdos y los sueños se entrelazan con el presente, donde la nostalgia se encuentra con la promesa del renacimiento.


Los tonos grises y la paleta apagada son el velo tras el cual la memoria y la esperanza juegan al escondite; las inscripciones son susurros de historias que claman ser contadas, descifradas, comprendidas. Estas narrativas visuales, impregnadas de símbolos religiosos y culturales, nos presentan un tapiz donde se tejen los hilos de la fe, la cultura y la identidad individual y colectiva.
En esta exposición, Martínez Celaya nos ofrece un arte que exige una participación activa del espectador, una obra que no se conforma con ser observada pasivamente, sino que busca establecer un diálogo, un encuentro emocional e intelectual. Es aquí donde reside la potencia de su arte: en su capacidad para convocar al espectador a un viaje introspectivo y transformador.


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