Exposición “Hay que tener tabla”, Víctor Manuel Maden Morgan

Exposición “Hay que tener tabla”

Víctor Manuel Maden Morgan

07.09.2023

Centro Hispanoamericano de Cultura

El arte y la identidad, dos conceptos intrincadamente ligados, adquieren un nuevo significado en «Hay que tener tabla», la reciente exposición de Víctor Manuel Maden Morgan. Esta exposición no es simplemente una muestra más en el intenso ajetreo de estos días del arte contemporáneo cubano; representa una profunda introspección sobre cómo la cultura y las nociones preconcebidas de identidad pueden ser desafiadas y re-imaginadas. La propuesta va más allá de un mero acto de presentación; es una audaz declaración, un desafío intencionado a las construcciones culturales que muchos dan por sentado. La noción de «de-construir», en manos de este joven creador, trasciende la simple idea de desarmar o reorganizar. En lugar de limitarse a descomponer imágenes y símbolos tradicionales, el artista se sumerge en la esencia misma de estos elementos, desprendiendo el imaginario cultural de sus vestimentas convencionales. Su objetivo no es meramente deconstructivo, sino reconstructivo, buscando esculpir una imagen innovadora que simultáneamente intriga, desafía y cuestiona las percepciones del espectador.

Una característica destacable de esta exposición es la fusión entre expresiones autóctonas y los matices afrocaribeños. Aunque a primera vista pudieran parecer incongruentes, encuentran armonía bajo la mirada de Víctor. Esta integración no es fortuita; es una revelación de la rica amalgama presente en la cultura cubana, un crisol que resiste definiciones simplistas. Sin embargo, lo que realmente captura la esencia de este trabajo es la forma en que logra entrelazar estos elementos en una danza visual. Cada pieza, cargada de historia y significado, resuena con las voces de aquellos que han contribuido a la riqueza cultural de Cuba. Los detalles en cada trazo, la elección de los colores y las formas, todos convergen en un testimonio visual de un patrimonio que abarca múltiples influencias, generaciones y relatos. Es este entramado cultural el que actúa no solo como un telón de fondo para estas creaciones, sino también como el corazón palpitante que impulsa cada pincelada, cada elección artística. El artista no solo destaca la herencia cultural, sino que también enfatiza la resistencia, la lucha y la celebración que han sido fundamentales en la formación de la identidad cubana.

La vitalidad visual de «Hay que tener tabla» no reside únicamente en su rica paleta cromática ni en la habilidad técnica evidente de Víctor. Su verdadera potencia emana del diálogo que establece con el espectador, del espacio que abre para cuestionar, reexaminar y, en última instancia, apreciar el mosaico cultural que se presenta. Esta exposición no es solo una serie de piezas artísticas; es una narrativa que invita a la introspección y a la revalorización de nuestras propias raíces. En cada trazo, en cada fusión de colores, en cada contraste, se siente una invitación a comprender que la identidad es mutable, que está en constante evolución, y que el arte es uno de los vehículos más poderosos para explorar esa fluidez. La muestra se convierte en un refugio donde se pueden confrontar ideas preconcebidas, donde se celebra la diversidad y donde se reconoce la intrincada maraña de influencias que forman nuestra identidad. Víctor, a través de su obra, nos propone una inmersión en estas aguas a menudo revueltas, proporcionando un faro, un punto de referencia, en la búsqueda del entendimiento y apreciación cultural.

Al observar más de cerca las piezas, notamos una peculiaridad que el propio artista ha denominado como «mutilación». Pero no nos confundamos; esta «mutilación» no se refiere a una carencia, sino más bien a una reconfiguración del arte convencional. La forma en que el artista desafía las normas establecidas — desde la selección de materiales hasta la elección de herramientas — refleja su deseo de romper con lo tradicional y abrir paso a un arte más visceral y auténtico. La inclusión de elementos extra-artísticos es una constante. Sin embargo, es el uso del saco de yute lo que infunde a su obra un carácter profundamente personal y evocador. Este material, al ser teñido y cosido, se convierte en una cápsula del tiempo, un homenaje a su abuela costurera. Es una conexión tangible con el pasado, un puente que une la historia familiar con la expresión artística contemporánea, haciendo que cada obra no solo hable de cultura y tradición, sino también de herencia, memoria y la intrincada trama de experiencias que forman el ajiaco de nuestra identidad.

Cromáticamente, las obras nos sumergen en un mundo de tonos ocres y terrosos que, más allá de su belleza estética, alberga un profundo simbolismo. Estas elecciones cromáticas no son meramente estilísticas; son un reflejo de la pasión del artista por desenterrar la esencia de la vida, la evolución de las civilizaciones y los inicios de la humanidad. Como si se tratara de un arqueólogo del color, explora las profundidades del arte primitivo y rupestre, revelando su profundo respeto y fascinación por los orígenes del arte y su papel en la documentación y celebración de cultos y mitologías ancestrales. Esta paleta de colores, evocativa y terrenal, conecta al espectador con una época ancestral, con las cavernas y los rituales primigenios. Es un puente que nos lleva a los albores de la existencia, donde el arte servía como una herramienta esencial para comprender y celebrar el mundo que nos rodea. En este sentido, las piezas de la exposición no solo son un deleite para los ojos, sino también un viaje para el alma, un llamado a conectarnos con nuestro pasado y a reflexionar sobre el eterno deseo humano de expresarse y entender el cosmos.

«Hay que tener tabla» no es solo una exposición, es una experiencia. Cada trazo, cada color, cada material utilizado no solo refleja la destreza de Víctor, sino también su profundo respeto y amor por la cultura y la historia que representa. Es una celebración del pasado, una reflexión sobre el presente y una esperanza para el futuro, en la que el arte y la identidad se entrelazan de manera inextricable para ofrecer una perspectiva única sobre la condición humana. Con esta muestra, Maden Morgan solidifica su lugar como artistas contemporáneos emergente, y nos regala una visión que, sin duda, perdurará en el tiempo.

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