Camino a solas por la muestra «Átopos, lo no transitado», la más reciente propuesta en el Museo La Neomudejar del artista valenciano Rafael Blasco Ciscar. Me rodea una atmósfera que evoca un mundo distópico. Aquí, los vestigios de esa revolución tecnológica e industrial, por años liderada por los humanos, parecen haber sido reemplazados por estructuras híbridas quienes han tomado el relevo. Esta inquietante visión del futuro dialoga el contexto del edificio de La Neomudejar, un espacio que por sí mismo ya habla de una era industrial pasada, ahora en ruinas y transformación.

Rafael, utiliza materiales industriales inorgánicos para crear esculturas que parecen haber surgido en un mundo post-apocalíptico. Mediante técnicas de escultura y modelado, el artista logra conferir una apariencia orgánica a lo inorgánico, simulando un proceso de simbiosis entre las máquinas y los rastros de vida orgánica. Las texturas rugosas y los colores rojizos, que evocan carne descompuesta o estructuras oxidadas, me hacen recordar los procesos de descomposición y decadencia. Al ver las piezas, uno se pregunta: ¿Cómo consigue este joven artista transformar lo inorgánico en algo que parece vivo?

El espacio de La Neomudejar amplifica la narrativa de la exposición de manera significativa. Con su arquitectura industrial y su historia como estación de tren, el edificio es un eco del pasado industrial de la humanidad. Las esculturas de Blasco Ciscar no solo ocupan el espacio, sino que establecen un diálogo profundo con él. Esto me remite al rol fundamental que juegan la curaduría y la museografía en espacios tan complejos como este, donde evidentemente el contexto físico y cultural moldea nuestra percepción de la relación artista-obra-espacio. Al ver estas esculturas en un sitio tan cargado de historia industrial, pareciera que responden a un site-specific por el nivel de complementación entre ellas y el edificio.

Las estructuras presentadas en «Átopos, lo no transitado» son los personajes protagónicos de esta narrativa distópica. Figuras abstractas que parecen estar vivas, sugiriendo movimiento y funcionalidad, pero que se detienen ante la presencia de un humano que las observa. En su estado actual, están congeladas en el tiempo, como monumentos a una era de esplendor tecnológico que ya no existe. Esta sensación de vida contenida genera una tensión palpable en el espacio expositivo, donde el espectador no solo observa, sino que también se siente observado por estas enigmáticas figuras. Esta dualidad de observador y observado me hacen encontrar influencias en Rafael de artistas como Tony Cragg, cuyas esculturas también evocan formas orgánicas y tecnológicas en un diálogo perpetuo.

Los giros o tendencias del arte contemporáneo de hoy se manifiestan claramente en la obra de Rafael Blasco. El artista transita por caminos que desafían las convenciones tradicionales de la escultura, integrando elementos de instalación y ensamblaje que rompen con la idea de la escultura como objeto estático. Estas prácticas contemporáneas reflejan su compromiso con la exploración y la experimentación, al buscar alcanzar los límites y posibilidades del arte tridimensional. Hábil como escultor, evidente en la complejidad de sus obras, Blasco Ciscar revela una profunda comprensión de los materiales y una destreza técnica destacada. Sin dudas hay un estudio serio de la obra de otros contemporáneos como es Anselm Kiefer, conocido por su uso innovador de materiales y su capacidad para dotarlos de un poder simbólico y narrativo, algo que se encuentra en la propuesta actual.

El uso de materiales reciclados tiene un impacto significativo tanto estética como conceptualmente. La reutilización de desechos industriales y tecnológicos no solo subraya la temática de la descomposición y la obsolescencia que viene a exponer como tesis esta exposición, sino que también plantea una reflexión sobre el consumo y el desperdicio en la sociedad contemporánea. Este enfoque ecológico se corresponde con las preocupaciones globales actuales sobre sostenibilidad y medio ambiente. Muchos son los artistas que han explorado de manera similar la belleza y la narrativa de los materiales reciclados, transformando desechos en arte que desafía y redefine nuestras percepciones de valor y permanencia. Blasco Ciscar, al igual que ellos, convierte la basura en un comentario potente sobre nuestra sociedad y su relación con el entorno, como un llamado reconsiderar nuestros hábitos y las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones.