Exposición Yo camino soñando
11.12.2021
“una mente que no es cuerda, poseída por la musa de la razón…que la ha abandonado”
Platón
Quien la conoce, sabe el porqué del título de esta exposición. Lianet no deja de estar en un constante proceso creativo, cada momento su cabeza está gestando nuevos proyectos -ambiciosos- y nuevas formas de hacer su obra. Impresionados aún de sus últimas piezas como fueron Alud durante la 13 Bienal de la Habana, su participación en Puzzle, y otras exposiciones colectivas de los últimos años, ahora nos encontramos con una nueva práctica artística, donde se explora por ella la materialidad de las fotografías intervenidas, instalaciones y esculturas. Vivir el proceso de esta exposición ha sido todo un lujo, donde los caprichos del destino, la situación pandémica, la falta de recursos y a veces voluntades, incluido además momentos tensos de salud personal de la propia artista, no hicieron mella en su espíritu y aquí está el resultado.
Muchos han intentado describir la mente de un artista, pero lo han hecho desde fuera. Ahora, la propia artista hace un análisis de conciencia sobre sí misma, una mirada introspectiva a ese Yo, que mientras ella camina, sueña. Algo se descubre en el proyecto en general, y es que está pensando desde tres puntos de vista: el soñador, el crítico y el realista. El soñador surge de la génesis misma del proyecto, donde Lianet volcó todos esos enfoques y exploraciones artísticas que ha venido desarrollando como parte de su trayectoria cual joven artista. El crítico va en la propia revisión de lo que hasta ahora había realizado, la mejora de las técnicas tanto de fotografía como instalativas y ese perfeccionismo que es un sello indiscutible de ella. La evaluación real de costos, la determinación del equipo de producción y aceptación de fallos estéticos y de acabados de algunas obras, la aceptación de retos y limitaciones para la producción misma, son sin dudas evidencias de ese realismo con que afrontó el desarrollo de la muestra.
Es entonces una vez establecidos estos principios que podemos intentar entrar en la mente de Lianet, y para nada nos la pone fácil. Franquear esa puerta con varios picaportes y una única opción válida, ya viene a discursar sobre las dificultades para entender a los artistas y sus ideas, hasta que se logra. Como pieza resulta interesante por la complejidad de su producción e idea. Ya dentro, el color de las piezas, la baja iluminación y la disposición espacial logran ese equilibro entre la materialidad de las obras en sí con la necesaria espiritualidad -alejada de ilusiones vanas y otras construcciones sociales innecesarias- que vive en su mente Lianet.
Ese proceso de evolución en la forma de hacer, ahora es evidente. El uso de pocos colores en las fotografías intervenidas, neutraliza esos elementos figurativos que pueden desviar la atención de aspectos únicos y esenciales a los que Lianet busca resaltar. Es el color rojo el que más resalta, como en la pieza Disyuntiva, donde juega un papel emocional tanto o más que la figura femenina -autocontemplativa-. La pieza me provoca emociones indescriptibles, abstractas dadas sin dudas por los efectos psicológicos del propio color, que irradia esa fuerza y energía pura que busca la artista con la obra. Al parecer fascinada con ese color, es que Lianet viene trabajando esas piezas donde el fuego, al estilo de Aubertin, tiene un papel protagónico en esa especie de performance piromaníaco. Decenas, centenares, miles de fósforos son incinerados junto a otras materias orgánicas como es el pelo humano, para conformar piezas que discursan en mi opinión sobre esa relación dialéctica destrucción-creación.
Varias de las piezas son en mi opinión, bajo el pretexto de visitar la mente del artista, momentos de investigación sobre colores, procesos, etapas creativas, y crecimiento personal. Y es que casi siempre los que nos acercamos a la obra de los artistas tenemos una mirada sesgada por la falta de información sobre todo lo que lleva a ese momento expositivo, una imagen incompleta. Es por eso que muchos de los juicios y criterios de valor emitidos ya sea por el público, la crítica u otro actor de este mundo sobre el resultado final, no pasan revista a la mente del artista. Esta suele ser resiliente, por esa capacidad de afrontar las adversidades, al estar constantemente expuestos al fracaso, porque el trabajo creativo se puede describir como un proceso de fallos repetidos. A esto viene tributar Yo camino soñando, a que dejemos a un lado muchos sesgos cognitivos y pasemos a valorar la mente de los artistas.