Exposición Ritos del Silencio. La austeridad del jolgorio

Agustin Bejarano

10.12.2021

Centro Hispanoamericano de Cultura de La Habana

Bejarano mantiene esos códigos que le han caracterizado a lo largo de los años. Ya sean los dibujos, los grabados y en los últimos años los lienzos, la obra de este artista sigue discursando sobre temas tan profundos como son la soledad y el silencio. Por tanto, no resulta sorprendente que tras estos períodos de aislamiento el artista haya continuado esa serie tan prolifera, Los Ritos del Silencio. Se me antoja entonces hacer un paralelismo entre la 8va Bienal de la Habana y la presente, con el objetivo de tratar de ver la evolución conceptual y artística de este artista casi dos décadas después.

En aquel evento, Agustín Bejarano presentó la exposición “Los Ritos del Silencio en la Galería Servando”. En ella, presentaba una nueva serie, la cual era descrita por su curadora Caridad Blanco de la siguiente forma: “Grandes, medianos y pequeños formatos ha utilizado Bejarano en estas ceremonias relacionadas con el silencio. Las representaciones remiten a los “retratos” de pequeños seres (sobre los que parece caer todo el peso del destino de la humanidad), ataviados con sombreros y frecuentemente alados; puestos en la cima de andamios y escaleras, estableciendo además una relación muy íntima con los “paisajes” desolados y austeros -de ascendencia filosófica cercana al zen- donde convirtió en rutina la existencia de cráteres y abismos, las sombras de la ciudad, pueblos fantasmagóricos con escuálidos árboles”.

Como en aquellos años, la obra actual de Bejarano mantiene esa esencia de sus escenas y personajes. Tal vez la influencia de la situación epidemiológica actual, haya marcado alguna que otra obra, pero ese “silencio” al que el artista venera y reconoce cómplice de su trabajo, sigue reinando. No por gusto Tony Piñera en texto “Del Silencio y los ritos” sobre muestra en la novena Bienal –como ahora- señaló: “Es curioso que este creador se acerque cada vez más a lo aparentemente narrativo, a la peripecia cotidiana, a la simbología de presencia ecológica, para producir realmente un proceso de viraje en su labor plástica. De ese modo, la obra avanza hacia un terreno de sugerencias, de palabras que nunca se pronuncian, de lecciones destinadas a los espectadores, de entre simples y enigmáticas parábolas dispuestas entre la reflexión y la fantasía.”

El paso de los años me reafirma que esta serie y la obra en sí de este artista sigue transmitiendo emociones universales. Son de tal belleza y profundidad que me atrevería a decir que son autorreferenciales. Ese retrato de escenas familiares tal vez, de personajes conocidos que ahora se convierten en sombras que le acompañan, esos dolores, miedos y traumas que han sido enérgicamente canalizados a través de lienzos. En esta ocasión, los hilos de memoria del artista se entretejen creando estos mundos habitados por los diminutos personajes que siempre nos interrogan en la obra de Bejarano. Estos personajes se convierten en guías dentro del mundo interior del artista, donde el silencio y la soledad son sagrados.

No por gusto, recibí una llamada de un amigo que me insistió ir a esta exposición. En sus palabras, algo de lo mejor de la actual Bienal de la Habana. Veinte años después, en una Bienal u otra, la obra de Bejarano sigue siendo imponente.