Exposición “El mito de la caverna”

Colectiva

19.12.2020

Estudio Basarrate

Estos cuatro artistas, Aldo Soler – Andy Mendoza —Mario Enrique Briño – Shaquille Renom, vienen a seguir una larga tradición en las artes visuales cubanas posterior a la década de los 80, asumiendo el performance como expresión colectiva de sus inquietudes artísticas. Con una marcada influencia del arte povera, y otras fuentes de donde beben incluidas las experiencias de otros colectivos como fueron el Grupo Puré (Adriano Buergo, Ana Albertina Delgado, Ciro Quintana, Lázaro Saavedra y Ermy Tañ) o el grupo Arte Calle (Aldo Menéndez López, Pedro Vizcaíno, Eric Gómez, Offil Hechavarría, Ernesto Leal, Ariel Serrano, Iván Álvarez, Leandro Martínez y Hugo Azcuy), y otros más recientes como el Colectivo Enema, el Proyecto DUPP o el DIP del profesor Ruslán Torres, estos artistas intentan parecerse más a su tiempo que a sus padres o maestros. Reconocen que esta forma radical de arte contemporáneo les permite expresarse abiertamente, disfrutan de ese arte efímero, conceptual y casi imposible de capturar en esencia solo en forma.

Son varias las escenas en las que se divide esta puesta, que toma como pretexto conceptual esa tesis planteada por Platón que señala: “la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse, incluso violentamente, a quienes intentan ayudarles a cambiar”. En cada una de las instalaciones, sombras y luces, sonidos, música, cuerpos en movimientos y acciones performáticas, buscan interpelar al espectador mediante esa multitud de estímulos. Los cuerpos de los artistas en un movimiento cíclico de cambio de ropas entre el ser real y su doble en el mundo imaginario —que conforman la escena más interesante de esta muestra— son el lienzo más colorido que muestra las sensaciones físicas y espirituales de estos jóvenes. El cruce de lenguajes, entre los cuerpos en trance, la música del violinista o la voz de la lectora, hacen que la condición transmedial y el trabajo colectivo de la acción resulte fascinante.

Olvidan el papel del mercado, eso me alienta. Jóvenes que a sabiendas del instante artístico que no se puede comprar, ni atesorar y que es la relación en el momento con el público lo que queda persisten en desarrollar su obra. Pero me quedo con el registro, con ese rastro digital que todo el que estuvo fue capaz de capturar, con lo que vendrá en próximas puestas que ya cocinan. Han creado tensión, inquietud y perturbación, acorralan a todos al fondo —en el patio— sin luces en franca alegoría a ese momento de la caverna donde los prisioneros se rehúsan a ver la luz y matan para mantenerse a ciegas. Solo los que quieran ver volverán sobre los pasos, atravesaran las habitaciones del Estudio Basarrate y se marcharán con un nuevo conocimiento y apreciando el trabajo de estos jóvenes.